Doña Tere (Ana Martín) es la dueña de El Molcajete un restaurante de comida típica mexicana en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Tras la muerte de su hija, Doña Tere entra en una gran depresión y deja su negocio en manos de la chef Rosi (Norma Angélica) quien, al intentar darle un toque más moderno a la comida, se toma la libertad de cambiar lo mexicano del menú y hacer una extraño híbrido de comida mexicana y francesa.

Doña Tere, convencida por su nieta María (Isabel Yudice), regresa a tomar las riendas de su cocina cuando Jocelyn (Mónica Dionne), una pretensiosa pero importante crítica culinaria, anuncia que visitará El Molcajete. El método tradicional de cocinar de Doña Tere chocará fuertemente con la vanguardista y pedante chef Rosi. La cocina del restaurant será testigo de una batalla gastronómica entre estas dos mujeres.

Jordi Mariscal escribe, produce y dirige su ópera prima Canela, una comedia familiar, sencilla, blanca (por momentos boba) sin ninguna otra ambición más que hacer reír y pasar un rato agradable. Mariscal retrata con un toque de nostalgia las tradiciones de la cocina mexicana que poco a poco han desaparecido de la sociedad moderna, como el uso de ingredientes naturales, la elaboración de salsas en molcajete o la preparación de tortillas a mano.

La actuación de Isabel Yudice como María es de lo más rescatable que tiene la cinta. A pesar de ser su primer trabajo en cine Isabel logra cargar con el peso de actuar al lado actores experimentados como Ana Martín y Carlos Cobos, y brindarle a la cinta la frescura y el encanto de una niña que, a pesar de tener carita simpática e inocente, es bastante gandalla con Norma Angélica y la mete en aprietos para sacarla del negocio. “Es su primera película y la verdad que hizo un papel fascinante y en el rodaje trabajamos muy muy bien, yo me siento muy orgulloso de haber trabajado con Isa porque yo creo que es una niña que tiene mucho potencial” comenta  Mariscal.

La fotografía, a cargo de Héctor Ortega, es otro elemento destacable de Canela. Las locaciones del Centro Histórico, como la calle de Guatemala, el paseo peatonal de Regina y La Plaza de Santo Domingo, son llevadas a la pantalla grande como hace mucho tiempo no se hacía en el cine mexicano; además del vanidoso trabajo con la fotografía de la comida y el proceso de su preparación que hace que los platillos se vean bastante suculentos cuando están a cuadro.

Algo que hay que resaltar acerca de Canela es que, desde Como Agua para Chocolate, de Alfonso Arau, no se había llevado al cine una película que rindiera homenaje a la gastronomía mexicana. Mariscal obviamente lo hace a mucho menor escala que Arau, pero la intención debe ser agradecida; aunque lamentablemente no logra explotar al cien el enorme recurso y se queda demasiado corto en el provecho que le pudo haber sacado sobre todo a la hora de escribir el guión.

A pesar de las fallas que tiene Canela, como el ritmo que por momentos la vuelve lenta , los huecos que hay en el guión o los chistes fallidos sobre la comida francesa (la novatez del director cobró la factura), tiene una característica que últimamente no ha sido común dentro del cine mexicano, es una película familiar. Seguramente el mayor logro que tendrá será la decente aceptación que tuvo en su gira de festivales del año pasado y se ve difícil que vaya a lograr estar en la cartelera por más de un par de semanas, pero se debe de reconocer que es una película buena, a secas, pero buena.

Por Luis Arredondo.

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