Borrowed y el dolor sin reemplazo

Todo tiene la apariencia de ser una noche especial. David (Jonathan Del Arco), un pintor, se ha preparado para tener una íntima cena con Justin (Héctor Medina), a quien conoció en una app de citas y es notoriamente más joven que él. Después de charlar y comer, el artista pide a su invitado permitirle pintarlo, a lo que el segundo acepta, aunque pronto comienza a tener un mal presentimiento que lo lleva a querer terminar antes con la velada. Algo que rompe con los planes de David.

El escenario que presenta en sus primeras secuencias Borrowed (2022) es el de muchas películas de terror: alguien queda encerrado contra sus deseos y seremos testigos de su lucha/proceso por librarse de su captor, además de la posible violencia a la que será sometido; como se vio recientemente en El teléfono negro (The Black Phone, 2022), por ejemplo, o la franquicia entera de Saw (2003-2021).

Aunque parte de ahí, el trabajo de Carlos Rafael Betancourt y Oscar Ernesto Ortega (quienes ya hicieron equipo en El último balsero) vira hacía un camino en el que la principal violencia que veremos es psicológica, no física, alejando a la película de la mera explotación al profundizar poco a poco en la historia y motivos de sus personajes centrales. Si la dinámica tiene cierta teatralidad –una sola locación, dos actores, abundantes diálogos– se debe a su origen, la pieza homónima firmada por Jim Kierstead.

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Más que un sádico asesino, David es un hombre en conflicto con su historia de vida –tuvo esposa e hijo, de quienes debió alejarse al aceptar entrando a la mediana edad sus preferencias sexuales–, que busca cómo saldar dolores creados por las decisiones de su pasado. Por ello es que busca atractivos veinteañeros de comportamiento atribulado –Justin, hijo de un diplomático de personalidad distante, tiene una marcada preferencia desde adolescente por los hombres de edad–, para forzarlos a que acepten su guía y recompongan el camino, sin reparar en la criminalidad de sus buenas intenciones.

Esto acerca a la película –aun cuando sus acciones transcurren a lo largo de varios días, no una única noche– a un espacio similar al ocupado por ejercicios como Sonata de otoño (Höstsonaten, 1978), en el que Ingmar Bergman reúne a una estricta pianista y su hija distante para poner sobre la mesa todas sus desavenencias; o Encuentro inesperado (1993), en la que Jaime Humberto Hermosillo pone a Lucha Villa como una actriz famosa que es confrontada por su una de sus empleadas (María Rojo) con ganas de evidenciar los errores familiares de su pasado.

Al inyectar la inquietante atracción sexual que provoca su invitado en David, el proyecto de Betancourt y Ortega consigue su elemento de distinción y un trasfondo más “sicológico”, en el que los reemplazos no sólo son físicos sino significativamente emocionales para sus personajes.

Borrowed pretende mostrar la imposibilidad de resolver un nudo del pasado desatando uno en el presente, así como el error de intentar arreglar la casa ajena cuando la propia vive en conflicto. El dolor no necesita un reemplazo, sino tiempo y entendimiento.

Por Rafael Paz (@pazespa)