Biutiful llegó a las salas mexicanas con el respaldo de ser la última (o la más reciente dicen los educados de la lengua) película de Alejandro González Iñárritu, uno de los “tres compadres” (Alfonso Cuarón y Guillermo del Toro completan el triunvirato) proclamados como los redentores del cine mexicano, además del soporte que le otorga el premio a la mejor actuación del Festival de Cannes para Javier Bardem; gracias a esto gozó de una gran campaña publicitaria a diferencia de las demás cintas de manufactura nacional condenadas a dar el semanazo en cartelera.
La búsqueda de historias universales por parte del director de 21 Gramos lo lleva a tratar de meter la mayor cantidad de elementos posibles dentro de un microcosmos (la inclusión de la relación gay es claro ejemplo de esto). Tantas particularidades impiden lograr la universalidad. Y hablando de escenas forzadas, la secuencia del antro es un hermoso concierto de sinsentidos.