The Substance y la pura estimulación

El hecho de que una película sea dirigida por una mujer no la hace feminista, ni tampoco tendría por que serlo. Asimismo, quizá, una película no debería encontrar su valor a través de sus referencias sino de las diferencias que mantiene respecto a las mismas. Es fácil ver en The Substance un trabajo hiper estimulante a nivel visual y aural, que de la mano de la cineasta Coralie Fargeat se inserta agresivamente en los sentido, como si fuese una especie de droga o “sustancia” que busca saturarlos al tiempo que nos induce en un mundo de reglas rígidas y precisas, las cuales, en caso de no ser respetadas, crean un auténtico caos.

El proyecto parte de simbolismos muy evidentes y aprovecha el valor iconográfico de la actriz Demi Moore, quien fue en los años 90 una de las más claras representantes de la explotación sexual a la que Hollywood somete a sus estrellas en turno, gracias a filmes como Striptease (Andrew Bergman, 1996) o Disclosure (Barry Levinson, 1994), ambos ejemplos claros también del inminente declive de las actrices, que desaparecen de la memoria colectiva de manera repentina. The Substance traza en una primera escena esa trayectoria con la instalación de una estrella en el paseo de la fama con el nombre de Elisabeth Sparkle (Moore), quien varios años después es finalmente despedida de su programa matutino de ejercicios aeróbicos —a la Jane Fonda— por su repulsivo jefe (Dennis Quaid).

Desesperada ante el olvido, Sparkle recibe la misteriosa oferta de una asociación desconocida: generar un nuevo cuerpo a partir de sus propias células y por el cuál debe respetar un delicado balance de intercambio corporal cada siete días. Es una especie de simbiosis física y psíquica que conforme avanza la película se va deteriorando tanto como los cuerpos que vemos a cuadro. La versión joven de Elisabeth Sparkle se llama “Sue” (Margaret Qualley) y es dueña de una belleza irreal a la que ambas mujeres se vuelven adictas, sin embargo en cuanto Sue comienza a romper el equilibrio debido, Elisabeth sufre terribles consecuencias físicas.

A la manera de un cuento de los Hermanos Grimm y cargado de referentes fílmicos, que pasan por The Elephant Man (David Lynch, 1980), Showgirls ( Paul Verhoeven, 1995) o The Thing (John Carpenter, 1982), el trabajo de Fargeat se maneja con la misma superficialidad e innegable atractivo de sus personajes protagónicos, quienes comparten una adicción por la juventud y la capacidad de generar deseo detrás de una naturaleza monstruosa.

El mensaje es claro y contundente, tal vez demasiado simple y contundente para ser genuinamente innovador o estimulante, como lo son las películas de David Cronenberg, cuyo nombre siempre es invocado cuando se menciona el sobadísimo término body horror, no obstante parece que los cineastas solamente han tomado el efectismo como lección, evadiendo el trasfondo más oscuro y complejo detrás de ese tipo de horror: la imposibilidad de evadir la muerte. A una película como The Substance no le preocupa la muerte física, sino la mediática, ni busca reflexión más que pura estimulación.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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