Blu vive feliz y tranquilamente con su familia en Río de Janeiro, pero Perla insiste que esa vida de cautiverio no es lo que quisiera para sus hijos. Cuando Tulio y Linda encuentran evidencias de que aún existe un gran número de guacamayos azules en el Amazonas, Perla convence a Blu de viajar a la selva para convivir con sus similares y mostrarle a sus hijos un mundo que no conocen.
Blu deberá salirse de su área de confort, una vez más, para intentar encajar en el ambiente salvaje al que no está acostumbrado, mientras que un rencoroso Pepillo –el villano de la primera entrega– los sigue de cerca para vengarse de la desgracia que le ocasionaron en su escape anterior.
El brasileño Carlos Saldanha se vuelve a poner al frente de la nueva aventura de nuestros azulados amigos pero, a pesar de volver a tener a su país natal como escenario, esta vez se aleja de los marcados estereotipos de la ciudad carioca vistos en la primera entrega (la samba, el carnaval, la pasión futbolera, las favelas, etc.) y nos muestra las bellezas naturales y la vida salvaje de la Amazonía brasileña.
Lo que le falló a Saldanha en esta ocasión es que durante la hora y media que dura la película cuenta demasiadas historias y ninguna termina por ser lo suficientemente relevante. Por un lado tenemos a una Perla que se reencuentra con un pasado que parecía perdido. Blu realiza un enorme pero bobo esfuerzo por formar parte de ese mundo al que siempre ha temido. Tulio y Linda se enfrentan a un grupo de traficantes de madera que amenazan con destruir el hábitat de miles de animales. Pepillo busca vengarse de Blu mientras vive un amor imposible con un personaje nuevo. Pedro y Nico realizan un extenso casting para encontrar algún animal lo suficientemente talentoso para que forme parte del carnaval de Río. Los guacamayos azules atraviesan una crisis con otras aves que quieren apoderarse de su territorio, etc.
Lo que sí funciona bastante bien de la película es obviamente volver a ver a todos los personajes de la primera entrega convivir con amigos nuevos, la espectacular animación, la genial música, las increíbles secuencias de baile y la enorme cantidad de chistes que uno tras otro nos sacan varias risas. Al igual que su antecesora Río 2 llega a ser buena pero nada más, no llega a ser tan relevante en cuanto a la historia. Como todas las películas infantiles hay que reconocerle el mensaje que tiene, la creatividad de los personajes, de algunas de las situaciones, la consciencia que intenta crear etc. Una película ideal para entretenerse y pasar el rato, pero hasta ahí.
Por Luis Arredondo