A veces la mejor manera de tocar un tema que se presta a la controversia se encuentra abordando su periferia, incluso cuando existe un conflicto tan intrincado y profundo como el de la aparentemente eterna rivalidad entre palestinos e israelíes. Cuando ese problema se redimensiona bajo la cotidianidad, algo parece romperse, una capa que mantiene un estado de alerta perpetua se deshace por el tedio y permite que la rutina irrumpa, incluso, en medio de una terrible violencia.
En Striplife (2013), el equipo de documentalistas conformado por Nicola Grignani, Alberto Mussolini, Luca Scaffidi, Valeria Testagrossa y Andrea Zambelli nos introduce al mundo de otro grupo de jóvenes, entre los que destacan una conductora de televisión, un joven rapero y un fotógrafo sin piernas, todos los cuales comparten el hecho de vivir en la Franja de Gaza y llevar a cabo una vida rutinaria en medio de un milenario conflicto bélico que es terriblemente complejo.
El documental inicia con una imagen provocadora: un grupo de mantarrayas muertas ha sido arrastrado por el mar a la playa, situación que es aprovechada por un grupo de pobladores para, cual buitres, destazarlas para obtener su carne. Un fenómeno inexplicable que se convierte en un acto disruptivo de la rutina se vincula directamente a una de las últimas secuencias del documental, en la que un grupo pequeño de jóvenes presencia bombardeos cerca de la Franja mientras hacen acrobacias y marometas con explosivo e indiferente júbilo.
Lo que los documentalistas presentan, siguiendo una línea tradicional que evidentemente no se sale de los trazos ya rígidamente delineados del género, es una serie de personas que, tanto han sufrido serios reveses en la persecución de un ideal profesional, así como aquellos que lo persiguen con abrumadoras limitaciones, viviendo una libertad frágil y negando la herencia de un conflicto que no les pertenece pero que muy probablemente verán continuar durante el resto de sus vidas. Los ideales modernos de individualidad y egocentrismo, incentivados por la cercanía digital, bien podrían ser los que derriben el muro creado por la rivalidad palestino-israelí, construido a base de tristeza y solemnidad a la cual estos jóvenes responden con risas, la expresión más evidente de la paz, ahogada en una guerra eterna.
Por JJ Negrete (@jjnegretec)
