DOCSDF| ‘Balseros’: La diáspora cubana

La crisis que vivió Cuba a inicios de los 90, por un lado provocada por la caída de la Unión Soviética –que fungía como gran aliado económico del regimen de Fidel Castro–, y, por otro lado, por el bloqueo estadounidense a la isla, que entró en vigencia en 1992, se documenta en el documental catalán Balseros, de Carles Bosch y Josep Ma. Doménech de una forma neutral. La perspectiva del filme tiene un mérito: la de no tomar un partido claro, sobre todo cuando hablamos de un tema tan complejo como el de Cuba; sin embargo, quizás esta falta de posicionamiento representa al mismo tiempo una suerte de retrato desesperanzado que, partiendo de un conflicto político (que presenta dos modos de vida distintos), se inserta en el ámbito de la tragedia.

El filme retrata los años de lo que se conoce en Cuba como el Periodo Especial, crisis que obligó a miles de cubanos a buscar mejores oportunidades en Estados Unidos. Fidel Castro, entonces presidente de la isla, con una declaración que aseguraba no se iba a detener a nadie que intentara salir de Cuba, desató una suerte de diáspora, una desbandada masiva de cubanos que en pequeñas balsas improvisadas y frágiles probaron su suerte a través del océano hasta las costas de Florida. Algunos llegaron para quedarse, otros fueron extraditados y algunos más perdieron la vida en las tormentas marítimas.

Balseros sigue de ese modo la historia de ocho de estos balseros a lo largo de siete años. Primero en los esfuerzos por hacerse de una balsa, posteriormente en su travesía por mar, su detención en Guantánamo, luego de que Bill Clinton le negara la entrada a los cubanos ilegales que llegaran a Miami, y finalmente enfrentándose al verdadero rostro de la American Way of Life.

Balseros

La primera parte muestra la incuestionable miseria que se vivió durante aquellos años en Cuba. Pero al mismo tiempo se vislumbran dos lados de la moneda: primero, los que desean permanecer en su patria, aquellos que aclaman en las plazas públicas a Fidel Castro y que llaman traidores a los que buscan marcharse, y ahí están los otros, los balseros, que no son perseguidos políticos ni artífices de un movimiento, sino que son la otra cara, los que anhelan abrazar la causa del consumismo y los mitos del progreso. Son aventureros que van detrás de una promesa.

Ya en Estados Unidos, los balseros descubren que las condiciones que buscaban no existen. Dispersados por Miami, Florida; el Bronx, Nueva York; Grand Isle, Nebraska, y Albuquerque, Nuevo México, los balseros reciben en un inicio apoyo de asociaciones ligadas a alguna iglesia; la idea es que eventualmente cada uno de ellos pague sus cuentas. Cada personaje lleva una suerte de misión primaria: tener una casa, comprar un automóvil, enviar dinero a Cuba, lograr que sus familias vayan con ellos, crecer en el ámbito laboral, etcétera. Muchos de estos objetivos se diluyen en cuanto los personajes se enfrentan al día a día, es decir, a sobrevivir con salarios bajos, rentas altas y servicios que sobrepasan sus ingresos.

Balseros, como documento histórico, no funciona como un trabajo representativo, sino como una muestra pequeñísima del conflicto en Cuba. Aunque múltiples elementos sutiles condenen o expongan la situación del régimen castrista, también es verdad que no muestra en términos maniqueos la vida en Estados Unidos: no son nunca la promesa materializada de la tierra de las oportunidades. Más que un filme de estadística, Balseros funciona como un reality show de más de dos horas de duración que se centra en los conflictos humanos.

Carles Bosch y Josep Ma. Doménech quizá no se percataron de que su documental atraviesa un momento decisivo en la historia de nuestro continente. En 1995 el gobierno estadounidense consintió en otorgar 20 mil visas a los cubanos a cambio de que Castro no estimulara la emigración masiva, es decir, que conservara las fronteras cerradas. Cuba volvió a cerrarse. Estados Unidos otorgó esas visas, pero ya en su territorio se desentendió de brindarles las herramientas necesarias para sobrevivir. Para el gobierno estadounidense sólo fueron peones, piezas que movieron en el ajedrez político y que se dieron el lujo de sacrificar. La parte desesperanzadora se revela cuando descubrimos que para ambos sistemas son sólo seres desechables y tanto al interior de la isla como en algún pueblo de Estados Unidos, son sólo víctimas de un momento de crisis global, de un enfrentamiento entre dos maquinarias opuestas y moribundas.

Davo Valdés de la Campa (@Davovaldes)

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