‘Big Joy’: La fiesta de la libertad

James Broughton no es una figura particularmente conocida entre el grueso de los espectadores. Enterrado en el anonimato por su formato, el cortometraje, y su género, el avante-garde,  Broughton no desapareció de la historia, pero sí de la percepción del público general, indispuesto a experimentar la presencia de una libertad opuesta a los códigos morales de los años 50, cuando Broughton comenzó a hacer sus largometrajes. Para hacerlos sólo un poco más accesibles, Broughton realizó historias donde su homoerotismo se escondía bajo imaginería heterosexual pero expresaba su sensibilidad castigada por la sociedad de su tiempo. Obligado a esconderse desde la infancia, el artista se puso una máscara. De niño, en un arrebato de autorrepresión, Broughton incluso le pidió a su estricta madre que le quitara 25 centavos de su mesada cada que actuara afeminado. En el documental Big Joy: Las aventuras de James Broughton (Big Joy: The Adventures of James Broughton,2013), de Stephen Silha y Eric Slade, aparece este Broughton herido y que hiere, pero también que vive con gozo y aconseja seguir nuestra rareza, como Joseph Campbell sugería perseguir la dicha. Dado el tono celebratorio, no estamos ante un relato crítico, sino uno afectivo que reconoce todas las características de un hombre complejo como cualquiera, pero creativo como pocos. El James Broughton de Big Joy es una existencia dual y furiosa que en sus teorías de la sexualidad humana, basadas en la androginia, dibujó un retrato mítico de la humanidad, pero sobre todo de sí mismo.

El arte de Broughton es un retorno a su niñez y una honesta proyección de sus sueños, como lo menciona una narración que simula su voz, en la vena de documentales como A Constant Forge y My Métier, sobre John Cassavetes y Carl Theodor Dreyer. Para Broughton, la liberalidad del San Francisco beat significó un terreno fértil donde cosechó una imaginación onírica y sobre todo extática que extrajo su interior hacia el mundo mediante el cine y la poesía. “Hacer películas salvó mi vida”, nos dice la narración. Broughton no consideraba su obra poética como distinta de la cinematográfica, pues a pesar de las diferencias idiomáticas entre los géneros, las ideas y el vocabulario eran los mismos. La inspiración infantil abunda en la forma poética, basada en canciones de cuna, al igual que en películas como Mother’s Day (1948), donde los adultos experimentan una regresión a la infancia. Dado lo que nos expresan Silha y Slade sobre Broughton, podemos entender que su intención era ignorar la forma y el tamaño del cuerpo como un obstáculo para la energía primaria, la del niño, y entenderlo como una plataforma para el contacto: con la naturaleza, con otros, con nosotros mismos.

Big Joy nos muestra ese interés por la forma humana en varios de los filmes de Broughton, como Erogeny o The Bed, donde la belleza del cuerpo humano es exaltada como un marco cuyas perfectas curvas y hondonadas son el camino al placer y la trascendencia. Acaso uno de los aspectos más interesantes del pensamiento de Broughton según lo que nos explica Big Joy es su concepto de la mitología y los símbolos y su relación con nuestro físico. En el cuerpo, el Godbody, como lo llamó en un poema, Broughton encontró una reunión de los elementos de ambos sexos y, con ello, una comunicación con las antiguas creencias sobre la androginia, como la que expresa Aristófanes en El banquete, de Platón. El de Broughton, como el de Aristófanes, no sólo es un planteamiento sobre la sexualidad, sino también sobre el amor erótico como una comunión de los cuerpos y el reencuentro entre las mitades de un espíritu separado.

A pesar de todas sus hazañas, sus aventuras, como lo sugiere el título del documental, la vida personal de James Broughton es un aspecto menos célebre que Silha y Slade no evaden. Las difíciles relaciones que mantuvo con Pauline Kael, con quien tuvo una hija, a quien ella crió sola; Kermit Sheets, su primer amante masculino; su esposa Suzanna Hart, y su último amante, Joel Singer, son examinadas sin el sesgo de un grupo de amigos complacientes. El conmovedor testimonio de Suzanna nos hace ver a un hombre egoísta que ni siquiera fue un mal padre; como lo explica uno de sus hijos, “sólo no estuvo allí”. Esta cara de un ser atribulado por la responsabilidad completa el retrato de una necesidad extrema por la libertad, que expone, en lo profundo de Broughton, una inseguridad y una soledad clavadas en su alma. En sí su búsqueda por la dicha fue un intento de escapar de su biografía, de modelar un nuevo carácter donde se encontrara cómodo con su esencia.

Big Joy no es, entonces, un retrato simple que se deje encantar por Broughton del todo. El hechizo de este chamán beat es para sus admiradores y fanáticos, pero para la audiencia del documental de Silha y Slade se recrea la imagen de un hombre en sus propias palabras y obras. El pasado de Broughton, en toda su riqueza y sus fallas, es construido de manera animosa, ávida de dar a conocer a un artista grandioso y a un hombre pleno cuya visión del mundo es parte del modelo con el que existimos hoy como sociedad.

Por Alonso Díaz de la Vega (@diazdelavega1)