‘La caída de la Casa Blanca’: Estúpidamente divertida

Basta recordar quién es la mente detrás de la recién estrenada La caída de la Casa Blanca (White House Down, 2013) para tener una idea clara de lo que nos espera. Un nombre: Roland Emmerich, y tres de sus películas más famosas: Día de la Independencia (Independence Day, 1995), El día después de mañana (The Day After Tomorrow, 2004) y 2012 (2009).  La caída de la Casa Blanca no ofrece nada diferente a lo que Emmerich nos ha dado a lo largo de los años, y sin embargo logra destacarse por tener mucha más gracia que las otras mencionadas.

Para empezar tenemos a Jamie Foxx en su primer papel después de ser el Django de Quentin Tarantino (Django Unchained, 2012). Foxx regresa, ahora interpretando al presidente de los Estados Unidos. En el papel luce como un trabajo más serio, pero Foxx se divierte tanto como debió hacerlo filmando bajo las órdenes de Tarantino. Aunque el presidente que interpreta tiene un nombre ficticio, su actitud liviana, o simplemente cool proviene claramente del Barack Obama cantor de éxitos de Al Green (¿lo recuerdan cantando ‘Let’s Stay Together’?).

A pesar de tener al presidente afroamericano, La caída de la Casa Blanca es obviamente fantasía pura, con un mensaje pacifista: Estados Unidos finalmente retirará sus tropas del Medio Oriente. La trama se construye a partir de esto, con el esperado ataque a la Casa Blanca. Ya hubo una cinta sobre lo mismo hace unos cuantos meses (Olimpo Bajo Fuego, Antoine Fuqua, 2013), aunque no me será posible hacer una comparación mayor.

La cinta de Emmerich es un desligue típico de patriotismo americano. Antes de pasar a la destrucción, que por cierto no es nada espectacular (vamos, la casa nunca cae destruida), todo es una oda al recinto presidencial de Washington, D.C. Nos ponemos en los zapatos de una pequeña niña con una peculiar admiración por la historia de su país y la tecnología (tiene un canal de YouTube), quien finalmente conocerá en persona la Casa Blanca gracias a que su padre tratará de ingresar al Servicio Secreto (para proteger al presidente). Es un breve tour por la casa que ofrece el mismo chiste en repetidas ocasiones: la niña sabe tanta información del tema como el guía oficial (personaje menor que pasará a ser protagonista de lo absurdo). Si usualmente no toleras cuando los norteamericanos alaban a su país gratuitamente, te puedes saltar la primera mitad de La caída de la Casa Blanca sin miedo a perderte algo de la acción.

Y es la acción precisamente lo que tampoco logra trascender, como ya mencioné. El héroe (el papá de la niña, interpretado por Channing Tatum) no es lo suficientemente carismático para poder cargar con el mayor peso de la película. Tatum en su papel de John Cale recuerda a los personajes de 300 (Zack Snyder, 2006), en especial a Dominic West por su parecido físico. La caída de la Casa Blanca desperdicia su millonario presupuesto, ofreciendo secuencias cargadas de CGI prescindibles y los típicos giros en la trama. En cuestión del reparto secundario, James Woods no decepciona como villano, mientras que Maggie Gyllenhaal no hizo más que cobrar su jugoso cheque.

Líneas de diálogo obvias, clásicas del cine de acción (“el tour se ha terminado”), sobran. Escenas completamente ridículas también (patear granadas para salvar tu vida). El encanto de La caída de la Casa Blanca  proviene precisamente de sus momentos más ridículos.

***Alerta, hay spoilers en lo siguiente.***

Se disfruta ver a Foxx actuando como Django aún siendo el presidente de Estados Unidos… en otras palabras, el mandatario derrama sangre con sus propias manos. Aunque tal vez la escena Emmerich por excelencia con Foxx es cuando se usa el poder de las palabras. El presidente se enfrenta al villano de Woods con un pequeño discurso, diciéndole más o menos lo siguiente: “Como el Presidente de los Estados Unidos, con todo el poder y la autoridad que eso conlleva… jódete” (“fuck you”). No queda más que reírse de momentos así.

***Terminan los spoilers.***

Es una película que una vez vista se olvida fácilmente, como prácticamente todo el cine de Emmerich, sólo dejando estos chispazos que valdrá la pena recordar en conversaciones sobre el cine más absurdo. Si la pésima El día después de mañana se recuerda solamente por sus chistes (como poner a los americanos cruzando la frontera rumbo a México), La caída de la Casa Blanca tiene más momentos así, además de nunca ser tan aburrida. En este peculiar caso, decir que La caída de la Casa Blanca es estúpida es indicar que Emmerich logró su objetivo; es, de hecho, el único halago que se le puede hacer, ya que es estúpidamente divertida.

Por Eric Ortíz (@ElMachoBionico)

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