FICJ | Entrevista con Ricardo Adler sobre ‘La llave perdida’

El divorcio por el que atravesó Ricardo Adler no fue una travesía fácil. En esos tiempos de incertidumbre existencial el director del documental La llave perdida (The Lost Key, 2013) decidió buscar en su religión las respuestas a las interrogantes que, como se ve en el filme, una vez respondidas, le permitieron ser una persona más plena. Adler decidió compartir esas enseñanzas con el público a través de su trabajo y con motivo de la proyección de su cinta en el Festival Internacional de Cine Judío en México (FICJ), el realizador compartió con Butaca Ancha los motivos que lo llevaron a embarcarse en la aventura de servir como ejemplo para los espectadores.

Butaca Ancha (BA): ¿Qué significó trazar la temática del documental a partir de tu experiencia personal?

Ricardo Adler (RA): Creo que todo documentalista siempre hace obras que de alguna forma lo tocan o tienen que ver con la vida de uno. En mi caso, estando en una búsqueda de muchos años, filosófica, espiritual y religiosa, sin encontrar respuesta, este documental fue un poquito el expresar esta búsqueda. Además pasar por un divorcio, que siempre es un proceso complicado, me llevó a querer compartir con otra gente esas respuestas que yo había conseguido a través de mi religión. La película va dirigida tanto para el público judío como no judío y ese es el lado personal del proyecto: va de la mano con el deseo de todo ser humano de que cuando descubres algo bueno lo quieres compartir con la mayor cantidad de gente posible.

BA: ¿Cómo fue el proceso de condensar siete años de filmación en una película de hora y media de duración?

RA: Muy complicado, como te podrás imaginar, porque no sólo eran los siete años de filmación sino que también teníamos 90 horas grabadas de material bruto original, por lo que compactar esas 90 horas en un documental de hora y media no fue nada sencillo. Hubo un arduo proceso de selección en el que analizábamos qué escenas dejábamos, cuáles quitábamos, qué parejas ofrecían los mejores testimonios, qué entrevistas eran las que mejor plasmaban el mensaje que quería compartir. La edición duró tres años, que es un periodo muy largo para cualquier obra cinematográfica, producto de un trabajo en equipo porque yo como director tenía una idea, pero el editor o el rabino tenían otra, entonces hubo un gran trabajo recolectando opiniones sobre los diferentes cortes que fuimos obteniendo hasta obtener la crème de la crème de la escena.

BA: A propósito de que fueron siete años de filmación, ¿el producto final se mantuvo fiel al concepto original que habías ideado siete años atrás o cambió por completo?

RA: El objetivo siempre fue el mismo, pero el concepto original cinematográfico no tiene nada que ver con lo que se terminó obteniendo al final. De hecho, yo tenía un corte de la película más corto (de una hora de duración, aproximadamente) que lo mostramos a grupos de personas en distintas ciudades, pero nos dimos cuenta de que la verdad eso no estaba funcionando cómo queríamos; el mensaje no estaba llegando tal cómo pretendíamos. Entonces, en vez de lanzar precipitadamente el producto al mercado, preferimos repensar lo que estábamos haciendo. En un inicio pensé que las modificaciones que íbamos a hacer eran leves, pero resultó ser una reescritura completa de la obra. Filmamos nuevas escenas y entraron personajes nuevos. Incluso entré yo al documental, dado que mi participación no la había contemplado en un inicio. Al final terminó siendo más un documental que algo de una sola línea discursiva.

BA: ¿Fue difícil exponer parte de tu vida personal para ilustrar lo que se pretendía comunicar en la película?

RA: No tanto para mí como para mi esposa. Yo, como estoy convencido y creo en este proyecto, lo hice con gusto. Obviamente es incómodo sentarse frente a una cámara y hablar de tu vida y tus intimidades, pero como hay una causa o un objetivo mayor, yo lo entendí como una misión de vida que me tocó a mí llevarla a cabo, pero en efecto no fue nada fácil.

BA: ¿Fue complicado abordar la temática sexual del filme sin caer en el morbo y desde un punto de vista neutral y objetivo?

RA: En realidad nunca consideramos incluir pornografía ni morbo, dado que hay varios rabinos reconocidos ortodoxos que están apoyando la película y ellos tienen cierta línea que necesitamos seguir, entonces en ningún momento nos planteamos poner ese tipo de cosas. Lo que sí fue difícil fue hacer una película sin ningún tipo de escena visual que es lo que esperarían las personas al ver una película sobre la sexualidad y descifrar cómo hacer una película así para que le llegara a un público laico; ése fue el gran rato.

BA: ¿Qué significa para ti que uno de los rabinos más reconocidos de Israel avalara y respaldara el filme?

RA: Es un gran honor. Ante todo, nos sentimos muy orgullosos de lograr eso. Son varios los rabinos importantes que nos están apoyando. Ellos entendieron la importancia de hacer esta película, de soltarla a la audiencia, cosa que no se había hecho, dado que nunca se había hablado tan abiertamente de la sexualidad desde la ortodoxia judía. Fue una mezcla de honor y un sueño.

BA: ¿Crees que el filme logre eliminar tabúes o paradigmas, así como conseguir seguidores que realmente se entreguen al mensaje del filme?

RA: Espero que sí, espero poder llevarle el mensaje a los corazones y  mentes de la gente. Hasta ahora, cuando menos el público nos ha dicho que el filme los ha dejado reflexionando de ideas, sobre preconcepciones que tenían sobre lo que es la sexualidad y lo que puede ser la sexualidad. Varias parejas se me han acercado y me comentan que han empezado a llevar a cabo cambios en su conducta y en su sexualidad, eso me llena de satisfacción porque para eso hicimos la película, para ayudar a la gente.

Por Víctor López Velarde Santibáñez (@VictorVSant)