Es imposible colocar una vida en una pieza de 110 minutos, al menos que estemos hablando de una historia ficticia como La vida de Adèle (La vie d´Adèle: Chapitres 1 & 2, 2013), con una duración de 183 min. La pieza del director Jalil Lespert, basada en la historia del diseñador de modas Yves Saint Laurent, es una biopic que busca cubrir los mejores y desastrosos años del también empresario francés, pero no logra enfocarse en la elegancia que inspiraban sus piezas, sino en su vida, sus relaciones amorosas y los excesos tras bambalinas.
Yves Saint Laurent es una de las marcas más influyentes en la industria de la moda. A la altura de grandes casas como Chanel y Dior, Yves Saint Laurent encontró prestigio y el interés de la alta sociedad a principios de los años 60. Hablar de su creador o buscar retratarlo, indudablemente tendría que abarcar desde sus años en Argelia, lugar donde nació, hasta su muerte en 2008; sin embargo, tal vez lo mejor sería simplemente escoger una época, una transición para mostrar esas vivencias.
Desde el momento en el que trabajó para la casa Dior, hasta sus relaciones amorosas con Jacques des Bascher, Pierre Niney protagoniza y se mimetiza con Yves Saint Laurent, una figura emblemática que marcó el rumbo de la moda que constituye al maniaco depresivo, el amante y genio.
Contextualmente, la película describe los cambios que el diseñador y la misma empresa sufrieron en aquellos años: la música, el alcohol, las drogas, la libertad sexual… todo siendo parte de la fama, el éxito en los sectores intelectuales y el círculo fashionista de la época.
Las cuatro pasarelas y eventos importantes para la casa de modas fueron fielmente retratados y sonorizados por el pianista y trompetista libanés Ibrahim Maalouf. Los vestuarios basados en los diseños originales y los elementos que vestían y siguen siendo esenciales para la marca se ven representados en la pantalla grande: los vestidos, las batas blancas, los diseños, las fotos y todos aquellos personajes que marcaron la vida del autor, como Dior, Karl Lagerfeld, Pierre Bergé, Loulou de la Falaise, Betty Catroux y Victoire Doutreleau.
Es inevitable notar la prisa de la narrativa del director de Human Resources (1999) y Le petit lieutenante (2005). Hay ocasiones en las que no se puede percibir el hilo conductor, algunas imágenes y el montaje llegan a causar confusión, a pesar de ser parte del contexto: ¿Estamos en el hogar de París o en la exótica casa de Marruecos? ¿En qué momento pasó eso o aquello?
En el fondo, se presenta la fragilidad del joven diseñador inmerso en una problemática existencial, depresiva e influenciada por algún estupefaciente. Sin embargo, en la forma, aunque se comprende que la película abarca desde 1958 a nuestros días (un lapsus de 50 años en 110 minutos), es importante que la narrativa no se pierda en esa necesidad de arrasar con las eventualidades y deslices que sufrió Yves Saint Laurent, cuando para él lo más importante era el estilo y la elegancia, no lo que está detrás de ello. Él mismo lo dijo: “Fashions fade, style is eternal.”
Por Sofía Huerta (@Sophia_Huerta)