La monarquía en Europa y los integrantes que la conforman es objeto de fascinación no únicamente por sus tesituras políticas, siendo también por la ola de escándalos y decisiones personales que pasan a conocimiento público. La inglesa es una de las más populares en el ámbito internacional. Mucho antes que el reinado de la Reina Isabel II se convirtiera en el más longevo de la historia británica, su tatarabuela, la Reina Victoria, ostentó el récord, al gobernar de 1837 a 1901. Su representación cinematográfica ha sido retomada en contadas ocasiones, siendo Su Majestad, la Señora Brown (Mrs Brown, 1997) una de las más notorias, identificada por la interpretación de Judi Dench como la propia soberana en un difícil episodio de luto tras la muerte de su marido, el príncipe Alberto, entablando una amistad con el sirviente escocés John Brown (Billy Connolly), logrando recuperar el gusto por vivir.
En Victoria y Abdul (Victoria and Abdul, 2017), la actriz retoma por segunda ocasión el papel que la llevó a su primera nominación al Óscar, retratando una etapa más avanzada de la mandataria, conformada por una numerosa descendencia y un gobierno marcado por la expansión del Imperio británico, representado con el apogeo de la actividad comercial en Asia, particularmente la India. Durante los últimos quince años de su vida, la reina Victoria entabló una amistad con el musulmán Abdul Karim “El Munshi” (Ali Fazal), significando un redescubrimiento personal y una serie de conflictos con la familia Real a causa de los prejuicios sociales.
El realizador Stephen Frears, familiarizado con retratos monárquicos que cargan sus propias complicaciones familiares, como la aproximación a la mencionada Isabel II en La Reina (The Queen, 2006), agrega también atisbes de comedia que ameniza el relato, perpetrados anteriormente con la tragicómica representación de las fallidas aspiraciones artísticas en Florence Foster Jenkins (2016), plasmando la figura de la soberana con un toque de humanidad, aquejada por severos problemas de salud y cansada de la falsedad aristocrática, confortada por la simpatía de Abdul, desplegando de manera progresiva una dulzura que contrasta con la amargura.
Judi Dench reinterpreta eficazmente a la reina Victoria, proyectando sus altibajos personales y preservando la severidad de carácter que le ayudó a tolerar su frívolo entorno y su mal carácter, acompañada por Ali Fazal como el honesto Abdul, a pesar de contar con un personaje poco desarrollado y con falta de profundidad.
Basada en el libro de la escritora Shrabani Basu, el guion de Lee Hall adopta una postura tradicional y complaciente, enfocada en el carisma de su historia, sin ahondar en las complicaciones políticas y sociales del ocaso de la era victoriana, en la que la latencia del racismo y el rechazo a las costumbres hindúes quedan como mera superficialidad a pesar de su importancia en el desenvolvimiento de la trama.
La cuidada concepción visual despliega elegancia y exalta la luminosidad de una amistad poco convencional y un tanto ingenua que irradia camaradería.
Frears, como en el periplo de la búsqueda de un hijo perdido en Philomena (2013), guía de manera paulatina, sin complicaciones y optando por generar simpatía en pos de enfatizar una profundidad en su temática, hacia un embrollo dramático sobre la diferencia de clases y los complots políticos.
Los intolerantes miembros de la familia real, entre ellos el heredero de la Corona, Bertie (Eddie Izzard), pretenden perjudicar a la relación platónica de la dupla, sin que su presencia logre brindar un verdadero peligro, ni con las débiles dinámicas de conspiraciones, similares a una caricatura, alejadas de la frialdad y de la tensión necesarias para brindar una sensación que amenace al entorno.
La gracia y la solidez del reparto compensa a la apacibilidad de Victoria y Abdul, una historia basada en un hecho real con poco tiempo de conocimiento público (revelado en 2010), ligera, amena en su desarrollo y gozando de una falta de contundencia en su conclusión. El típico y agradable mensaje de la amistad, sin importar la condición económica ni el origen.
Por Mariana Fernández (@mariana_ferfab)