Una entrevista con Martín Boulocq sobre ‘Eugenia’

Un viaje iniciático en busca del empoderamiento femenino. Una filmación de espíritu naif. El choque con una despreciada herencia familiar. Se trata de la película boliviana Eugenia, tercer largometraje de Martín Boulocq, en el cual una joven mujer que busca tomar las riendas de su vida tras un fallido y violento matrimonio, se va cruzando fortuita y repetidamente con la imagen casi olvidada de la guerrillera Tamara Bunke –mejor conocida como Tania– hasta convertirla en su vivo reflejo.

A propósito del reciente estreno de la cinta en el circuito alternativo de la Ciudad de México, charlamos con el realizador acerca de su inquietud por abordar de algún modo el pasado reciente de su país, su gusto por los pequeños accidentes al filmar en las calles y su método para mezclar actores experimentados con primerizos.

Por los personajes que se va cruzando en su camino y las noticias que ve transmitirse por televisión las cuales ocurren como telón de fondo, queda claro que luchas que están emprendiendo mujeres como Eugenia por su independencia y un lugar visible dentro de la sociedad continúan siendo opacadas por ciertas convenciones como lo pueden ser el matrimonio o la maternidad. Platícame el interés de abordar este tema coyuntural y cómo lo fuiste desarrollando junto con tu actriz protagónica.

Pienso que quizás siempre han habido muchas Eugenias no sólo en Bolivia sino en toda Latinoamérica, lo que pasa es que el tema ha estado invisibilizado por demasiado tiempo y apenas ahora se ha estado hablando de él. Yo te digo esto porque provengo de una familia encabezada por mi madre y mi abuela, estuve rodeado de muchas mujeres fuertes y de alguna forma sus historias me han inspirado a escribir esta película.

Por otro lado su realización se facilitó un poco porque Andrea Camponovo es mi esposa, nos hemos conocido haciendo cine, lo vivimos a diario y nos apasiona. Entonces, en el proceso de hacer Eugenia, si bien yo llegué con varias ideas en la cabeza, cuando ya empecé a conversar con ella, su mirada y sus experiencias me ayudaron mucho a terminar de definir al personaje, y en ese sentido su colaboración ha sido fundamental y no sólo como actriz y consejera sino como una productora que ha tomado decisiones importantes en el desarrollo de la filmación.

Cochabamba, tu ciudad natal ha sido escenario de gran parte de tu cine, como Lo Más Bonito y Mis Mejores Años (2005) o tu segmento en Rojo Amarillo Verde (2009). ¿Cómo buscas proyectar tu cercanía con la ciudad y cómo conseguir que los personajes dialoguen con sus espacios?

Para mí era sumamente importante que la ciudad estuviera presente pero lo menos intervenida posible, y eso es quizás una de las razones principales por las que decidí hacer la película en blanco y negro porque quería filmar mucho en la calle y en lugares públicos con mucha gente, donde deliberadamente yo no iba a tener control de absolutamente todo lo que apareciera en el cuadro. Entonces cuando se está en esa situación es mejor deshacerse del color porque puede convertirse en una distracción. El tema de la ciudad fue un planteamiento que tuve desde el principio, las calles que recorre el personaje de Eugenia tenían que ser casi una extensión de este y ser de alguna manera un lugar de combate para ella.

De hecho, es notorio que las calles se encuentran en conflicto, con mucho movimiento, llevándose a cabo diferentes manifestaciones, en concordancia con esa etapa en la vida de Eugenia.

Aunque digamos que más allá de lo que está sucediendo al fondo, porque en efecto hay varios momentos que vemos en las calles distintas manifestaciones, inclusive hay una campaña política, lo que más me interesaba era hablar de la tensión entre el espacio público y el espacio privado, explorar el territorio de la política en los círculos más íntimos de los personajes y cómo se dan ahí las relaciones de poder.

Ahí se encuentran el episodio de violencia doméstica a la que hace referencia en algún momento Eugenia o el matrimonio que no termina de consolidarse entre el padre y su nueva pareja.

Sí, totalmente. Quería hurgar en los terrenos de las violencias cotidianas y mínimas que van desde chistes, pequeñas conversaciones, pequeños hábitos que se pueden instaurar y creo que a veces están normalizados, invisibilizados.

Explicabas que la motivación de trabajar con el blanco y negro fue más bien una cuestión de practicidad. Pero, ya hablando desde lo meramente estético, más allá de las imperfecciones y los pequeños accidentes que pueden surgir al filmar en exteriores bajo esas condiciones, noto un trabajo mucho más estilizado que por ejemplo Lo Más Bonito y Mis Mejores Años en la que también hiciste la fotografía y donde retratabas la ciudad de una forma cruda. ¿Cómo logras esto?

Me interesaba manejar esa tensión dentro del cuadro entre la ficción y el documental, si bien había una planificación de cada escena, efectivamente me gustaba que hubiera una rendija para que sucediera lo imprevisible y filmar en la calle es un poco eso. Ahora, ello obviamente conlleva sus retos, no es que simplemente salgas a la calle y a la primera toma salga bien, a veces tuve que ir varias veces al mismo lugar a intentar la escena hasta que funcionara, pero digamos que al mismo tiempo me gusta mucho eso del cine, ese lado que captura la vida que fluye más allá de la cámara y de los que estamos haciendo la película, si eso se podía filtrar en un pequeñísimo haz, atrás del cuadro, para mí era suficiente. También me gusta mucho pensar la fotografía en blanco y negro como un punto de partida, como una posibilidad, y aquí traté de aprovecharla al máximo creando atmósferas, tonalidades y juegos con la luz para acompañar todo el tiempo al personaje.

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-Como ocurría en tu película anterior Los Viejos (2011), hay un subtexto político, un personaje joven va confrontándose con el pasado boliviano el cual tuvo una incidencia directa en la Historia de su familia. En el primer caso, el protagonista es hijo de desaparecidos, producto de la dictadura militar y esta vez el padre de Eugenia es un hombre que perteneció a la guerrilla.

Sí, creo que es algo recurrente en mis películas el asunto del pasado y me supongo que también tiene algo que ver con la sociedad en la que vivo, en la cual al pasado irónicamente se le siente en el día a día y a mí me interesa verlo desde ese lugar de la memoria en el que este transmuta, cambia, en el que es fluctuante y se manifiesta en la cotidianidad de las personas, no tanto como algo digámoslo así petrificado. Entonces supongo que esas inquietudes hacen que mis personajes tengan muy presente el pasado (risas).

En ese sentido, la sub-trama de esa filmación que se antoja de antemano disparatada e imposible que rescata la historia de la guerrillera Tania, ¿te servía para desmitificar su figura?

Ahí también encontraba una confrontación porque supuestamente es una película de época situada en los años sesenta pero deliberadamente los escenarios, la moda y la tecnología son completamente contemporáneos, una cosa un poco absurda pero que me parecía una forma juguetona, muy visual y muy cinematográfica de plantear esto de lo que acabamos de hablar acerca del pasado. Y a pesar de que el personaje del director y el proyecto son medio una bufonada, para Eugenia sí es importante, sí se lo toma en serio porque algo en esa historia está resonando en ella y que no tiene nada que ver con una ambición de ser actriz sino con una búsqueda personal que es en lo que ella se encuentra en ese momento.

Justamente dicha sub-trama con su director impulsivo ¿intenta ser un comentario acerca de la forma de producir que se tiene en una cinematografía emergente como lo es la boliviana?

No diría que es precisamente una representación de cómo se hace el cine aquí en Bolivia pero sí creo que es una forma de mirar el oficio sin tanta solemnidad y presunción. Digamos que históricamente, se ha creado alrededor del cine y la figura del director una serie de mitos y esta película también me servía para reírme de eso.

Platícame del trabajo con el resto de tus actores. Tengo entendido que hay una combinación de gente con trayectoria y primeriza.

Sí, dentro de la película hay actores que tienen mucha experiencia como Alejandra Lanza o Álvaro Eid que hacen de la madrastra y el mejor amigo respectivamente; otros que nunca habían trabajado como Alicia Gamio o Ricardo Gamucio que interpretan a los padres de Eugenia y a mí me gustó mezclarlos. Para esto conversé mucho con ellos, les di libertad y respeté mucho sus estados de ánimo así como sus tiempos antes de filmar cualquier escena buscando que pudieran sacar lo mejor de sí mismos y es por eso que también adecué mi forma de rodar, no apliqué un esquema convencional de filmar ficciones, sino más bien un método que usa cierto tipo de documental el cual se va haciendo durante pocas horas al día a través de varios meses y para lograrlo tuve que trabajar con un crew muy reducido. Para mí el actor es lo principal.

Por Alberto Acuña Navarijo (@loungeymartinis)

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