Un bonito y hueco cascarón

En esta ocasión nos vamos a ahorrar el planteamiento discursivo de 600 caracteres sobre los refritos, segunda partes, precuelas y demás productos hollywoodenses, que de antemano estoy seguro ya conocen y/o han escuchado.

Los tres mosqueteros (The Three Musketeers, 2011). Con sólo nombrar la película adivinan por dónde va la cosa, es la enésima adaptación de el texto de Alexandre Dumas a la pantalla grande y se ve bastante chispita –léase esto último de la forma más peyorativa posible–.

Paul W.S. Anderson (favor de no confundir con Paul T. Anderson) es responsable del timón de este barco, seguramente conocen por su trabajo por la ¿saga? de Resident Evil, y para él lo más importante es la acción y hacer que la gente pase un buen rato rodeada de una bonita recreación de la época de Luis XIII. Lo cual no está mal, por cierto.

La dirección de Anderson se enfoca en acción y más acción, lo cual deja poco espacio para desarrollar personajes y los convierte en caricaturas que no pueden ir más allá de sus personalidades básicas, además de que transporta –calca– escenas de Resident Evil al Siglo XVII, parece que lo escucho decir: “si no había lásers seguro tenían algo que corte cuerpos y que haga que mi mujer salte de manera sensual ante la cámara”.

Anderson sufre de lo que podríamos llamar el Síndrome de Zack Snyder, esto significa que no es una cinta de acción –en sus términos– si no hay una escena con cámara lenta, con Phantom y con decenas de enemigos. Y, claro, entre más haya, mejor. Mientras exista la Phantom no necesitamos buenos personajes.

Quizá dónde más se nota la mano del director sea en el grupo de histriones a su cargo, la mayoría de parece que le puso crack a su Te Chai y sobreactúan en todo momento, particularmente es imposible comprarle el papel a Orlando Bloom, al igual que a Freddie Fox y su rey adicto a la moda. De Cristoph Waltz no sorprende, desde que ganó un Oscar se ha dedicado a engordar su billetera con lo que le pongan enfrente y si no revisen su trabajo en El Avispón Verde (The Green Hornet, 2011) y Agua para elefantes (Water for Elephants, 2011).

Tenemos como resultado un engrudo que envuelve una película de intrigas palaciegas, amores imposibles, espías, malas lecciones de historia, el bigote de Orlando Bloom –aquí, mis queridas lectoras, es dónde ustedes exclaman: “Es un sueño” – y el cabello postizo a la Alfredo Palacios de Cristoph Waltz.

Si por algo destaca Los tres mosqueteros es por su dirección de arte a cargo de Paul D. Austerberry, categoría por la que seguramente será nominada por la Academia, ya que a pesar de lo corto de su presupuesto (75 mdd) logra que los ambientes luzcan más que adecuados.

Por Rafael Paz (@pazespa)

    Leave a Reply