‘Tortugas Ninja 2’: Admirar al monstruo

La vida da sorpresas, y afortunadamente, Tortugas Ninja 2: Fuera de las sombras (Teenage Mutant Ninja Turtles: Out of the Shadows, 2016) es una de ellas. Después de que su antecesora, Teenage Mutant Ninja Turtles (2014), levantó ámpula entre los seguidores de estos reptiloides, tanto por su aspecto, como por su trama; la segunda parte causaba poco o nulo entusiasmo. Sin embargo la secuela supera con creces a la primera parte y, no sólo eso, termina por reivindicarla.

Después de que Leonardo, Rafael, Miguel Ángel y Donatello, salvaron a la ciudad de Shredder (El Destructor), no les quedó otra más que regresar a las cloacas y vivir en el heroísmo anónimo, no obstante, el villano escapa de prisión, mientras una nueva amenaza se cierne sobre el planeta. Las tortugas tendrán que encontrar la manera de vencer a los malos, mantener su anonimato y lograr mantenerse como equipo.

La aparición de personajes clásicos y entrañables ayuda a que la relación del filme con el espectador, desde el primer momento, sea franca e intensa. Bebop (Gary Anthony Williams) y Rocksteady (Stephen Farrelly) no se cansan de ser lo que son: grandotes, bobos, desmadrosos y patiños; la burla noventera a la gandallez de los callejeros. Porque no hay muchas cosas más noventeras que Las Tortugas Ninja, esta cinta lo entiende y lo entrega; es cierto que el humor cae a veces en lo bobalicón, pero eso que ahora nos parece infantil, para una generación era el pan humorístico de todos los días. Pero no es es sólo la nostalgia íntegra de la aparición forzada de elementos representativos, el director toma esa estética y la transforma en un nuevo elemento. La hace suya.

La nueva apariencia de los héroes fue un tópico de molestia, pues significaba el alejamiento de los originales (que en realidad eran la segunda versión de los personajes pero fueron los que más se popularizaron)  y eso se tomó como vil blasfemia. Al ver esta cinta se entiende uno de los porqués de este cambio, que no sólo significa el acercamiento a una generación menos “caricaturizada”, sino la subtrama discursiva de la otredad. ¿Estamos listos para aceptar a unos héroes que no se parecen a nosotros? Este tema que lamentablemente no ha sido explotado, en últimas fechas, por los Hombres-X, tiene un arco importante en la segunda parte de las Tortugas Ninja. Y es que los niños pueden jugar mucho a ser Iron Man o el Capitán América, tienen el antropomorfismo de su parte, pero ¿qué pasaría si el héroe fuera un monstruo? Dejar de serlo es una duda entre los protagonistas, eso significaría poder ser vistos y admirados, al final ¿qué ganarían con esto? Tal vez sólo la banalidad humana representada en trofeos y medallas que poco permiten. Casey Jones (Stephen Amell) también aparece en la cinta, y es despojado de inmediato de su personalidad secreta ante la nula necesidad de ésta, pues lo que se necesita son héroes humanos, sea cuál sea su apariencia; él mismo va conociendo este punto y venciendo las barreras autoimpuestas.  

Puede ser que la cinta sea marcada como palomera, y tal vez lo merezca, pero más allá de la mucha acción, los muchos chistes, y las muchas referencias a las generaciones X, Y y Z, esta película propone algo que no están haciendo los estrenos comiqueros de este año: un lenguaje. Marvel ha caído en el pleonasmo y DC sigue sin hallar la fórmula. Mientras tanto Nickelodeon nos otorga hora y media de comunicación plena, pues esta cinta sólo funciona en multitudes, en la gran pantalla y en la nostalgia progresista, que nos permite mostrarle algo a las nuevas generaciones, y que a su vez, ellas lo hagan suyo, sólo, para regalarlo a los que les sucedan. Hay tortugas para rato.

Por Ali López (@al_lee1)

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