‘Tolkien’ y la debilidad de la fantasía

El nombre del escritor británico John Ronald Reuel Tolkien (1892- 1973) resuena dentro de la lista de representantes más destacados de la literatura fantástica. Identificado también por su labor como filólogo; la inspiración del autor de novelas como la trilogía de El Señor de los Anillos, El Hobbit y El Silmarillion deriva de su estadía en Birmingham y, sobre todo, de su servicio como subteniente en el ejército británico durante la Primera Guerra Mundial.

En Tolkien (2019), el realizador Dome Karukoski (Tom of Finland) explora diversas etapas de vida del escritor, abarcando momentos cruciales que son detonados por los recuerdos de infancia y adolescencia al permanecer en el campo de batalla de Somme, en Francia. De ellas, forman parte el romance con Edith Bratt (Lily Collins), la temprana orfandad, la experiencia escolar y la longeva amistad con los estudiantes Robert Gilson (Patrick Gibson), Geoffrey Smith (Anthony Boyle) y Christopher Wiseman (Tom-Glynn Carney), reflejando los preceptos de amistad y la prevalencia del arte como el medio de ideas que superan a la muerte.

A su vez, el relato hace alusión a la guerra, acompañada por un mensaje antibélico que pronuncia, un tanto superficial, el costo de la violencia representada en pérdidas humanas. El escenario bélico se bifurca con la imaginación de J.R.R Tolkien (un intrascendente Nicholas Hoult), recreando en momentos álgidos imágenes de guerreros, dragones y seres malignos de la ficticia Tierra Media que exaltan a la realidad como fuente de inspiración.

La observación a la convivencia del grupo de amigos en un salón de té, la connotación romántica y la pieza de ópera de Richard Wagner brindan detalles al sentido de creatividad del autor, reflejados en la amistad que inspiraría a la Comunidad del Anillo, el amor representado en el romanticismo élfico y a la música como la expresión de pensamientos, baile y dicha.

Sin embargo, el guion de David Gleeson y Stephen Beresford es superficial en el retrato del vasto mundo interno de su personaje titular. El uso de los flashbacks y la intercalación con el presente caen en un clásico estereotipo, con aspectos psicológicos que no tienen profundidad en la trama, sin que tengan desarrollo la fe que constata creencias religiosas, los viajes que inspiraron la ambientación de su obra ni los logros finales de su protagonista tras finalizar su paso por la guerra.

Tolkien es un biopic conservador y bien intencionado en forma, pero anodino en fondo, capturando con superficialidad el pensamiento del autor, su formación como escritor y el origen de una fructífera carrera, distanciada de la fuerza, imaginación y creatividad de su legado en la fantasía épica.

Por Mariana Fernández (@mariana_ferfab)

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