Tipos de asistentes a la sala de cine

Cuando yo era pequeño acudía sin falta todos los fines de semana al cine, así fue que aprendí a amar el séptimo arte. Desde esos días también absorbí las costumbres de mis padres y el cómo debía comportarme cuando me encontraba con ese bello e inigualable espectáculo.

Inspirado por mis experiencias recientes en la sala de cine y por un texto del maestro Gustavo García. Me he aventurado a describir a los tipos de espectadores que me encuentro en ese hermoso lugar que es la sala oscura.

He aquí los resultados de mis investigaciones de campo:

El lazarillo: Aquél que puntualiza todos y cada uno de los detalles que aparecen en pantalla. Piensa que el resto asistentes es ciego o sufre de glaucoma severo y por ende es incapaz de contemplar lo que él sí es competente de observar. Película idóneas Transformers o cualquier cosa que haga Michael Bay.

El corrector del subtitulaje: Ésta es una especie que disfruta de ayudar a los demás. Nota que la concurrencia carece de las habilidades suficientes para leer los subtítulos o que tal vez el subtítulo es incorrecto y se presta, sin que nadie lo solicite, a traducir todos los diálogos. Algunos inclusive conceden la oportunidad única de narrártelo todo al oído, para que así entiendas con claridad sus palabras. Película idónea: igual que en el caso anterior apetece de los blockbusters veraniegos.

El fan de la Familia P.Luche: Fácil de identificar. Es aquél que vio el capitulo dónde los personajes de Eugenio Derbez acuden al cine y al entrar a la sala Federico grita: “Ya llegué”. El principal objetivo de su existencia es recrear esa escena una y otra vez, porque, seguro, los demás no vieron esa emisión y es necesario hacerlos vivir el momento. Película idónea: no discrimina, cualquier filme es adecuado.

El hipster de cineteca: Oh, especie que se piensa en peligro de extinción, pero como la hierba mala, cuando parece que ya no hay, revive. Sus características principales son haber visto unos dos Kurosawas, dos Fellinis y dos Kubrick o, si es un espécimen aventurado, dos Tarkovskis. Con ese conocimiento en su base de datos es capaz de discernir si la película que ve en ese preciso instante es una obra maestra digna de una tertulia mientras transcurre del filme. Tiende a aplaudir al final de aquellos filmes que no comprende, en principio por no sentirse un completo imbécil y después para sentirse superior a aquellos que aceptan públicamente no haber entendido nada. Película idónea: Trashhumpers, de Harmony Korine, o algo de Nicolás Pereda.

El nini/hipster de festival: A diferencia de su primo hermano, el hipster de cineteca, este hipster carece de empleo formal, además de estar tomando su cuarto año sabático en fila, por lo cual no estudia. Así, puede dedicar su existencia a asistir a todos y cada uno de los festivales que se organicen y a todas y cada una de las funciones que dicho festival tenga. Al igual que su primo hermano dilucida en vivo la maestría y la perfección que atestigua, además de que la mejor película de la historia es la que acaba de ver, al menos hasta la siguiente función.  Película idónea: retrospectiva de Carl T. Dreyer.

El fanfromhell: Especie que acude con la esperanza de ver la adaptación cinematográfica de su caricatura, libro o programa de Tv favorito –aquí caben trekis, tolkiens, potters, you name it you got it–. A él no le importa el resultado final, aplaudirá y lo disfrutará sin congoja alguna. Película idónea: Harry Potter 7.2 o Amanecer parte 1.

El fanático desazonado: BFF del franfromhell e imitador de su comportamiento, con la única diferencia que es tan fan de la versión original que la nueva le resulta deficiente y poca cosa, deducción que, obviamente, exterioriza en voz alta cada que algo no le agrada. Película idónea: la trilogía de El Señor de los Anillos.

Los plecostomus: Éstos acuden en par a la sala de cine. Piensan que al pagar cien pesos por el acceso es adecuado que realicen las mismas actividades que ejecutarían en la privacidad de un hotel de paso. Gustan de emitir los mismos sonidos que hacen los osos pardos al aparearse. Lo que menos les interesa es la trama de lo que están viendo. Película idónea: Diario de una pasión o funciones antes del mediodía.

El platicador reprimido: Al igual que los vampiros, de primera impresión parecen no tener vida, pero cuando se apagan las luces todo cambia. Todos aquellos temas que no pudo discutir camino al cine de su preferencia, atiborran su cerebro y es necesario que expresen todo a riesgo de que se les funda algún fusible, tienen el talento para identificar el clímax del guión y discutir al mismo momento el por qué su pareja lo/la cortó. Película idónea: algún drama estilo El Luchador.

Los escarbadores de palomitas: Fauna con complejo de pala excavadora. Introducen su mano en el cubo de palomitas de maíz y revuelven el fondo como si estuvieran removiendo concreto asfáltico. Tienen su variación en el imitador de plataforma petrolera, que en el vaso de refresco busca extraer ruidosamente hasta la última gota, no vaya a ser que sobre.

Querido y estimado lector, el mundo de la fauna nociva que acude al cine, es tan diverso y complejo que nunca terminaríamos de describir cada una de las especies y ni hablemos de los híbridos, por favor si conoce a variedad extérnelo, agradeceré su comentario.

Las razones que han hecho que la educación del público de cine son muchas y, contrario a lo que podría pensarse, nacieron con el cine mismo.

En su libro Historia del cine mundial, Georges Sadoul narra cómo entre el nacimiento del cine con los hermanos Lumiere y el momento en que el novedoso invento se convirtió en un verdadero entretenimiento masivo hubo un lapso en que el cine fue degradado a divertimiento de feria. Esto significa que ocupaba el mismo nivel que la mujer barbuda del circo o del gallo con tres cabezas de la feria del pueblo.

Como imaginarán, el comportamiento de los espectadores de la mujer barbuda no es el mejor para una sala de cine.

Pero hoy día se han formado nuevos vicios, fomentados principalmente por el cine en casa.

La proliferación de formatos caseros y su fácil acceso han provocado que las personas se comporten como lo harían en la sala de su casa, lo cual viene a ser algo bastante mamarracho. Lo triste es que este tipo de comportamientos no se limitan al cine, el teatro y otras bellas artes cojean del mismo pie.

Con el paso del tiempo las cosas se encrudecerán, lo que poco a poco terminará con ese bello lugar, dónde las fantasías más locas de mi niñez cobraron vida, ese lugar único capaz de estremecerme o provocarme escalofríos con una simple línea de dialogo o aquél escape maravilloso de la realidad que es una sala de cine.

Descanse en paz.

Por Rafael Paz (@pazespa)

    Leave a Reply