Después de un par de días con películas bastante mediocres, por decir lo menos, los programadores del Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF, por sus siglas en inlgés) colocaron varios títulos de interés para la recta final, los cuales abordan temas tan vigentes como el devastador “poder” de las redes sociales, un ángulo inusual para retratar el conflicto palestino-israelí, un punzante thriller español y un puntual cuestionamiento al poder de la psiquiatría sobre la psique femenina.

Arthur Rambo
Dir. Laurent Cantet
Sección: Platform

Twitter, de todas las redes sociales existentes, se ha convertido en la más peligrosa para profesionales de todos los ámbitos, un mensaje escrito al calor de momento o al cobijo de una identidad alterna puede dinamitar toda una carrera, ensuciar el más pulcro prestigio o sepultar los prospectos más prometedores. Partiendo de varios puntos álgidos en la cultura contemporánea, el cineasta francés Laurent Cantet llega a Toronto con Arthur Rambo, en la que un joven y agudo escritor de ascendencia árabe llamado Karim D. (Rabah Nait Oufelia) se ha ganado la admiración de la gente y el respeto de la elitista y hermética esfera literaria francesa gracias a una novela, pero justo en medio de ese éxito se descubre que usa una cuenta alterna de Twitter bajo el seudónimo de “Arthur Rambo” para verter comentarios antisemitas, misóginos, homofóbicos, islamofobicos y racistas.

Cantet pretende hacer una elocuente defensa de la rabia y la forma en que admitir ciertas ideas puede parecer controversial, algo que resulta esencial para mantener el equilibrio social, renovando debates de la Ilustración en tiempos contemporáneos –aunque esas ideas no han perdido su vigencia–. Sin embargo, la película dedica más tiempo a exponer los efectos colaterales de esos mensajes en la carrera de Karim, mostrando el rechazo casi unánime de colegas, amigos y familiares, rechazo más automatizado que espontáneo o genuino. Cantet enfatiza cómo la perplejidad con que reaccionan todos aquellos alrededor Karim se centra en la incapacidad de concebir que la sensibilidad y agudeza provengan del mismo lugar del que nace un oscuro y perverso odio, por ello la elección de Rabah Nelia como protagonista resulta el acierto más grande de una película que evita comprometerse del todo con su defensa, como si intentara también deslindarse un poco de su controversial protagonista.

La hija
Dir. Manuel Martín Cuenca
Sección: Contemporary World Cinema

El cine español suele tener una cualidad excepcional para narrar que es difícil hallar en otras cinematografías. Basta pensar en las películas de Juan Antonio Bardem, Nieves Conde, Antonio Mercero o, ejemplos recientes, Carlos Vermut y Manuel Martín Cuenca, quien presentó este año en Toronto y San Sebastián su nuevo trabajo. La hija es protagonizada por una joven de 15 años llamada Irene (Irene Virgüez) que está embarazada y recluida en un centro para jóvenes infractores. Javier (Javier Gutiérrez), uno de los educadores del centro, le ofrece llevarla a vivir con él y su esposa Adela (Patricia López Arnaiz) a un lugar remoto en las montañas a cambio de que les entregue el bebé al final de su embarazo, pero al acercarse la fecha del parto, Irene tiene serias dudas sobre el trato.

Con un planteamiento así es fácil pensar hacía dónde se podría dirigir La hija, no obstante resulta valioso cómo el relato se desenvuelve, siendo su mayor mérito crear tensión genuina ante lo predecible. Ese efecto se consigue en gran medida gracias a un uso preciso de las locaciones montañosas y el desempeño de su trío central de actores, quienes sortean todo maniqueísmo y hurgan la moralidad de sus personajes ayudados por la elegante puesta en escena de Martín Cuenca. La simpleza y la cadencia del relato permite el lucimiento de todos los elementos que lo conforman, un mérito aún mayor cuando la mayoría de las películas se abocan por la saturación y la prisa.

The Devil’s Drivers
Dir. Mohammed Abugeth & Daniel Carsenti
Sección: TIFF Docs

Son pocos los documentales que trascienden las convenciones y limitaciones propias al género, adquiriendo una cualidad que sólo podría resultar de algo meticulosamente pensado en storyboards y ensayado varias veces antes de ser registrado por la cámara. En The Devil’s Drivers, Mohammed Abugeth y Daniel Carsenti toman el material filmado durante más de ocho años con Hamouda, un traficante de trabajadores palestinos, que continuamente evade los rígidos controles de seguridad de los soldados israelíes para llevarlos a través de un pequeño espacio en el muro entre Palestina e Israel.

Los documentalistas se apoyan en algo tan simple como la musicalización y el montaje para darle una dimensión adicional al material recopilado, generando una emoción y tensión similares a car chase thrillers emblemáticos como Vanishing Point (1970) o Bullit (1968), tratando de no obviar las serias problemáticas enfrentadas por los trabajadores palestinos y el brutal sometimiento de la milicia israelí. Así como las ficciones que el documental emula, resulta evidente la asignación de “buenos” y “malos” en un conflicto bastante más complejo que una corretiza en automóvil.

The Mad Women’s Ball
Dir. Melanie Laurent
Sección: Contemporary World Cinema

La francesa Melanie Laurent ha recibido poco reconocimiento en su trabajo como realizadora, a pesar de que sus películas muestran un interés alejado del mero oportunismo temático o la simple exposición de conflictos enmarcados en una problemática vigente para obtener réditos fáciles en los festivales. En su ópera prima, Respira (Breathe , 2014), Laurent dio muestra de un interés enfocado en derrumbar la dicotomía de lo masculino y lo femenino, centrándose en la tensión existente entre la convención y la ruptura. Es ahí donde cómodamente se instala The Mad Women’s Ball, su más reciente largometraje.

Ubicada durante el auge de la psiquiatría más ortodoxa en Francia a finales del Siglo XIX, la película es protagonizada por Eugenie (Lou de Laâge), una joven de clase alta dueña de un pensamiento libre e independiente que constantemente choca con su opresivo entorno. Para hacer su aislamiento más pronunciado, Eugenie mantiene encuentros espectrales y es visitada por espíritus que tratan de comunicarse a través de ella. Después de un contacto con su abuelo, Eugenie es enviada a un sanatorio mental dirigido, ni más ni menos, por Jean-Martin Charcot (Gregoire Bonnet), personaje conocido por repartir diagnósticos de “histeria” como si fuesen volantes para servicios de internet y cable en la calle.

Partiendo de un juicio directo a la misoginia inherente en la disciplina psiquiátrica, cuyas prácticas, a pesar de estar en constante revisión, se siguen considerando controversiales, Laurent dirige su principal apunte al carácter performativo de la disciplina psiquiátrica: usar la hipnosis más como espectáculo que tratamiento, la soterrada crueldad de la hidroterapia y el grotesco baile organizado por los dirigentes del sanatorio para todas las pacientes, nuevamente más para el divertimento de los médicos que el goce de las pacientes. Laurent trata de encontrar, para sí misma y sus mujeres, una forma más segura y eficiente de sanar, una que demanda apertura al mundo para ser capaces de aceptar el misterio como una manifestación plenamente humana y no como un sospechoso síntoma.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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