Lejos de la tierra del maple y de su –a veces– perturbadora cortesía, iniciamos nuestra cobertura del Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF, por sus siglas en inglés– que este año recibe a la prensa internacional a través de las pantallas de sus respectivos hogares, con la promesa incondicional de no hacer streaming parties, ni compartir la cuenta como si fuera el Netflix de una expareja. Así, en medio de restricciones y fuertes dispositivos de seguridad digital, se desenvuelve esta edición particular del TIFF, quienes pasaron de programar 300 títulos a poco más de 50.

Arrancamos con tres óperas primas provenientes de Grecia, Francia y Estados Unidos que exploran una pandemia de amnesia, el viaje de un aniñado actor con su mami y el endurecimiento de una joven en medio del negocio de la chatarra.

Apples
Dir. Christos Nikou

Han pasado más de diez años desde que el griego Yorgos Lanthimos presentó Kynódontas (Dogthoot, 2009) en el Festival de Cannes, renovando el interés en la cinematografía griega. Particularmente en la corriente temática que enrarece lo cotidiano hasta el punto del absurdo y que incluye el trabajo del propio Lanthimos, Athina Rachel Tsangari (Chevalier, 2015), Alexander Avranos (Miss Violence, 2016) o la obra literaria de Efthymis Phillipou. El griego Christos Niklou, forjado como asistente de dirección de Lanthimos, lleva esa afinidad del cine contemporáneo de su país por lo absurdo a terrenos más accesibles en su ópera prima Apples, estrenada en el Festival de Venecia y, ahora, programada en el TIFF.

En medio de una pandemia que ocasiona amnesia repentina, un hombre (Aris Servetalis) se inscribe a un programa de rehabilitación para generar recuerdos, prescindiendo de cualquier mecanismo sofisticado propio de Phillip K. Dick o Stanislaw Lem y recurriendo, más bien, a la programación de actividades que deben ser comprobadas con una fotografía instantánea que después se integra a un álbum fotográfico. No obstante, los recuerdos de su vida pasada regresan gracias a su consumo recurrente de manzanas que, se dice, son buenas para la memoria.

Niklou es mucho menos radical que sus compatriotas y en Apples apela a un tono mucho más gentil y masivo. Reflexiona sobre la memoria de manera tan vaga e imprecisa como los recuerdos que el protagonista busca incesantemente recuperar. Podría dar la impresión, incluso, de que el director reduce todos los elementos que alejan a los espectadores de los proyectos de Lanthimos o Tsangari, introduciendo una estructura narrativa convencional, un interés romántico para el protagonista y un cierre que abandona el planteamiento central. La película olvida por completo el riesgo y prefiere abrazar la seguridad, como si fuese el único y más preciado recuerdo.

Garçon chiffon
Dir. Nicolas Maury

Una de las películas que portan el “sello” imaginario de la selección del Festival de Cannes 2020. Garçon chiffon es la ópera prima del actor Nicolas Maury, recordado por su extraordinaria participación en Una daga en el corazón (Un couteau dans le cœur, 2018), de Yann Gonzalez. Con una presencia delicada y frágil, que evade lo abiertamente ridículo con gracia, Maury interpreta a un actor desempleado llamado Jeremy que después de una crisis personal, afectiva y laboral regresa a pasar una temporada en casa de su metiche madre (Nathalie Baye), provocando con ello un recorrido al pasado que conformó su personalidad actual.

El viaje a la casa materna incluye la confrontación de rigor con los fantasmas del pasado, el surgimiento de un nuevo objeto de deseo –un joven jardinero llamado Kevin– y una curiosa digresión para abordar la profunda celotipia del protagonista, auxiliado por una monja japonesa. La naturaleza pueril de Jeremy es acentuada a lo largo de la película, la cual de repente se convierte en un coming of age tardío que coquetea con el camp cuidando no caer en el mismo. El mismo Maury pone el ejemplo con su actuación.

Como muchas otras películas dirigidas por actores, Maury privilegia la construcción de carácter a la anécdota, enfocando su esfuerzo en la dinámica madre-hijo con Baye. Pudiera parecer que muchos de los elementos de Garçon chiffon son reminiscentes de las películas de Xavier Dolan, particularmente J’ai tué ma mere (2009) o Mommy (2013). Maury no es un esteta sino un actor con ambiciones modestas, sobrada vanidad y una presencia particularmente polarizante, que a pesar de sus deficiencias como realizador logra momentos dignos de cualquier película de su casa productora, Les films du losange, hogar de las películas de Eric Rohmer y de Barbet Schroeder… aunque, en general, su película termine mucho más cerca de Christophe de Honoré.

Holler
Dir. Nicole Riegel

A partir de un cortometraje homónimo, la realizadora Nicole Riegel desarrolló su ópera prima bajo el influjo de directoras como Debra Granik (Winter’s Bone, 2011) o Courtney Hunt (Frozen River, 2008), añadiendo la gran tradición del indie industrializado que se centra en la clase trabajadora de los Estados Unidos, sorteando filiaciones abiertamente ideológicas y dejando que la política se filtre a través de las dificultades de los personajes a cuadro.

En este caso se trata de Ruth (Jessica Barden), una joven que buscando completar sus estudios se une a un peligroso equipo de chatarreros, mientras su madre (Pamela Adlon) se encuentra en rehabilitación. Riegel demuestra tener la capacidad suficiente para llevar el relato y evitar la sobriedad total de otras películas que exploran temáticas similares. La actriz británica Jessica Barden es esencial para lograr dicho equilibrio.

Los momentos más sólidos de Holler no embonan en el molde de realismo social del que la película es, a final de cuentas, indisociable. La directora se permite tocar ligeramente el heist film a través dell negocio de la chatarra, dejando en los márgenes temas como la brecha educativa o el despido masivo de trabajadores en las industrias manufactureras. Donde Riegel pone más énfasis es en la interacción familiar y una idea de libertad que se busca como algo preciado en medio de pura chatarra.

Por JJ Negrete (@jjnegretec)

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