Un retrato en tu pared: Lorenzo Hagerman y La montaña

El próximo 14 de febrero La montaña (The Mountain, 2018) llegará a las pantallas del circuito alternativo de exhibición de la Ciudad de México vía Interior XIII. Es el quinto largometraje del cineasta norteamericano Rick Alverson y narra el viaje de un joven taciturno (Tye Sheridan) junto a un doctor (Jeff Goldblum) que ve cómo su oficio –se dedica a hacer lobotomías– comienza a caer en desuso a mediados de los años 50.

Alverson plantea un viaje a esa idílica década, generalmente referida como un tiempo de añoranza para la sociedad estadunidense, buscando desmitificarla. Retratando con una mirada casi clínica a sus protagonistas, seres aislados incapaces de salir de su letargo. Un sutil ataque a los andamios del mito norteamericano.

La montaña contó con la fotografía del mexicano Lorenzo Hagerman, quien colabora por segunda ocasión con Alverson después de hacer mancuerna en su proyecto anterior, Entertainment (2015). Tuvimos oportunidad de charlar con Hagerman sobre el desarrollo de su colaboración con Alverson y el trabajo estético detrás del filme.

Es tu segundo trabajo con Rick Alverson, ¿notaste alguna evolución en su mancuerna?

Lorenzo Hagerman (LH): Es una relación muy productiva, gratificante y estresante, porque trabajar en el cine independiente de los Estados Unidos es muy diferente a lo que piensa el resto del mundo. El mundo independiente es un reto, películas como ésta, con este presupuesto, son una carrera contra el tiempo. Se deberían de filmar con más tiempo, pero tiempo es dinero. La fórmula de la economía.

En este mundo de limitaciones, Rick y yo nos hemos podido entender y adaptar. Nos centramos en lo importante. Nos conocimos cuando me llamaron para Entertainment, una película que se levantó en muy pocas semanas en cuanto tuvieron el dinero. Desde el inicio, mi relación con Rick ha sido una carrera contra el tiempo. Estoy muy satisfecho con los resultado, con la forma y el sistema de trabajo que logramos.

La mayoría de las imágenes que conocemos de los años 50 en Estados Unidos tienen una nostalgia muy cálida, son de colores muy vivos. Esta película parece trabajar a contracorriente de estas ideas.

LH: No es algo que se planteó en particular. No era el reto de hacer algo diferente a lo que siempre se hace. Fue un proceso. No tomas una sola decisión que te lleva al proyecto final, sino una suma de decisiones. Las decisiones se tomaron respecto al arte de la película, del vestuario, las locaciones y, luego, las decisiones más técnicas, el formato 4:3, junto a las horas que dedicamos a la corrección de color hasta afinar la imagen.

Es importante mencionar que Rick entiende de fotografía, él ha fotografiado sus propias cosas. Al igual que con Amat Escalante Hagerman fue el fotógrafo de Heli (2014)–, son directores que entienden el lenguaje fotográfico y la técnica. Son capaces de manejar una cámara. El proceso se da de manera más profunda en este caso.

Desde Entertainment teníamos todo un concepto. Incluso en cosas tan específicas como el lugar que ocupan los negros y los blancos en la gama cromática. Es el resultado de estos dos viajes que hicimos juntos.

Entertainment y La montaña son películas bastante diferentes aunque tengan puntos en común. Una ambientada en la ciudad, la otra en el campo. ¿Cómo fue el acercamiento en este caso?

LH: Es normal querer repetir las cosas buenas y mejorar las malas. Es algo muy humano. No sabría decir qué repetimos o afinamos en La montaña. Hay otras cosas como el formato, con el que nos arrojamos a un espacio desconocido para los dos y en la búsqueda del lenguaje aterrizamos en resultados satisfactorios.

El tema particular del formato, el 4:3, nos permitía esta cercanía con los personajes, al mismo tiempo que podíamos ver el cuerpo completo de cada uno de ellos. Una cercanía con una amplitud simultánea, trabajando en espacios pequeños y con la diferencia en altura entre Jeff Goldblum y Tye Sheridan, esto resolvía el encuadre de una forma muy delicada. Logrando esa intimidad que Rick quería desde que escribió el guión.

Es un juego interesante. El encuadre nos acerca a la intimidad de cada personaje, al tiempo que los aísla, un ambiente de soledad bastante marcado.

LH: No teníamos una búsqueda tan específica. El punto de partida fue un acercamiento clásico a la composición, recuerdo que Rick mencionó varias veces que le gustaba ver cada cuadro como un retrato. Un retrato del personaje que se sostuviera por sí mismo, algo que pudieras colgar en tu pared.

Esta necesidad del retrato anamórfico la empezamos en Entertainment, donde usamos lentes anamórficos y usamos la parte que generalmente se desperdicia de la imagen, creando un formato mucho más apaisado. Se presta más para el paisaje y así tener una visión más esférica del espacio.

En el formato 4:3 se permite la cercanía porque es un formato más acorde con la escala humana. Los humanos son verticales y el formato cuadrado permite que entren. Fue una cosa muy práctica y concreta, este juego de ingredientes arma el rompecabezas para llegar a donde llegamos.

¿Hubo alguna influencia en específico para construir lo estético?

LH: Las referencias entre el director y el fotógrafo, más que influencias son herramientas para poder comunicarnos. Especialmente si vivimos en países distintos. Si yo digo rojo, debo enviar una referencia de lo que yo entiendo por rojo. A pesar de que en algunos casos usamos las mismas referencias, haciendo hincapié en aspectos diferentes de las imágenes, no tienen absolutamente nada que ver con el resultado.

No hay homenajes o querer ser. Llama la atención leer las críticas después del estreno y los críticos escriben que les recuerda a las imágenes de alguien que yo no conozco, eso me parece interesantísimo. Gracias a que lo escriben lo puedo conocer, pero queda en la libertad de la interpretación. Rick y yo hemos construido una relación con la imagen, una batalla a la que debemos llegar. Menos es más, simplificar el cuadro, eliminar elementos distractores, sin exaltación técnica por encima de la historia, hacer pasar desapercibida la fotografía. No ser espectacular es un principio más que una referencia.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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