‘Spy: Una espía despistada’: Más que una comedia palomera

Spy: Una espía despistada (Spy, 2015) luce como sólo una comedia más de las que se proyectan en periodos de resaca cinematográfica, una película que únicamente busca distraer a su audiencia y paliar su sed de cine mientras llegan tanto los esperados mega-hits veraniegos o los filmes que van por la caza del Oscar, según sea el caso. Aunque quizá no todas esas películas logren sacarnos de la letanía del aburrimiento, Spy es un ejemplo de una cinta que sin tener más pretensiones que la de entretener a su audiencia, logra ser una experiencia sumamente carismática y amena, arrancándonos las suficientes carcajadas como para resistir la espera de comedias con más alcance.

El punto fuerte de Spy se encuentra en su personaje protagónico, interpretado por Melissa McCarthy, quien borda con su característica desfachatez una mujer, cuando menos, entrañable e hilarante. Tal y como hace no mucho tiempo presenciábamos el estreno de otra película de espionaje como Kingsman: El servicio secreto (Kingsman: The Secret Service, 2015), Spy vuelve a invocar el género en clave de comedia (pareciera que quisieran abrir camino para la nueva entrega de James Bond), consiguiendo resultados sorprendentes y superando las expectativas del público.

La película está bajo cargo de Paul Feig, quien ha demostrado  en varias de sus películas una notable habilidad para manejar el gag con un adecuado timing y fusionarlo con un humor sumamente ácido. Esta vez tampoco nos decepciona y en eso tiene mucho que ver que sea Melissa McCarthy quien encabece el reparto, reafirmando su estatus de reina de la comedia mordaz y ejecutando escenas que ninguna actriz con esos kilos de más se atrevería a realizar. También destaca la actuación de Rose Byrne como la villana, actriz que le queda como anillo al dedo el papel de malvada de comedia, o al menos así lo demostró desde su intervención en Damas en guerra (Bridesmaids, 2011).

Feig atina al exponer y burlarse despiadadamente de su personaje, regalando secuencias sumamente divertidas y que provocan una inevitable risa sincera del público (no esa risa fingida para simplemente seguir la corriente). Spy se termina convirtiendo en lo que Miss Simpatía (Miss Congeniality, 2000) hubiera sido, de haberse entregado al humor escatológico y mala leche.

Esta divertida comedia encierra más de lo que aparenta, puesto que dentro de toda esa envoltura comercial y desfile de gags a la americana hay una latente incorrección política en su discurso, que, reforzado con un excelente trabajo de dirección y excelentes actuaciones de McCarthy y compañía, la convierten en ese guilty pleassure que ninguno se puede perder.

Por Víctor López Velarde Santibáñez (@VictorVSant)

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