En el botadero la encuentras como: Vuelo en las Alturas o ¿Y dónde quedó la mona del plioto?
Pregunta por ella así: “Ando buscando una película pa´l monchis” o “¿Tiene esa en la que Snoop Dog es profesionista?” o simplemente llega bien pasado al Chedraui y seguro te sacan con una copia de la película.
Valor agregado: Puedes reírte del abrumador racismo de esta película sin culpa alguna, además aquí hay mas negros volando que en la NBA.
La Trama: Después de una humillante experiencia en un avión, Nashawn Wade demanda a la aerolínea y le es otorgada una compensación de 100 millones de dólares. Determinado a hacer algo bueno con el dinero, Nashawn crea la aerolínea de sus sueños, con todo y sexies aeromozas, música funky, un antro en pleno avión y un “dependiente de baño” (como en Sanborns).
Tomemos el mundo de la navegación aeronáutica como un espacio dominado por el hombre blanco, pioneros en la aviación, la máxima afirmación de poderío social se expresa en las alturas. La cultura y los modos propios de este universo se rigen por su pulcritud y culto a la seguridad y el orden. Soul Plane plantea la destrucción de todo el lenguaje visual de la cultura aeroportuaria mediante la conversión radical de ese mundo en una extensión de la cultura popular afroamericana, un sincretismo tan corriente que hacen que Ron Jeremy tenga la clase de Michael Caine. Básicamente estamos ante la extrapolación del lenguaje del gueto y las referencias del nigga mainstream al estéril e hiperamericanizado mundo de la aerolínea. Es como ver a una aeromoza de American Airlines ser violada por uno de los guardaespaldas de Will Smith.
El púrpura como color se encuentra asociado al lujo y al poder, pero al mismo tiempo invade el campo visual con su estridencia. Por ello, Nashawn (el peor nombre desde Moesha), el afortunado dueño de la aerolínea, elige un color que define una identidad clara, pero no sólo eso, sino que hace un rediseño total del protocolo del avión, al hacer que los videos de seguridad parezcan comerciales de Pepsi cantados al estilo de Survivor, el éxito de la extinta banda Destiny’s Child o que el avión tenga tecnología de punta, o mejor dicho, de rebote, para que tu gangsta rap tenga ese saborcillo especial. Mientras el blanco pilotea, el negro vuela.
En Soul Plane toda la experiencia en el aeropuerto es modificada mediante la exageración y la sátira más xenófoba y racista que puede haber. Los aeromozos son ridiculizados como mórbidamente obesos y lascivos homosexuales, las agentes de seguridad (entre ellas, la oscareada Mo’nique) como la versión Detroit de Las Lavanderas, agentes de check in que juegan Street Fighter mientras atienden gente, una clase económica que parece pesero (con todo y lockers de moneda), un piloto con miedo a las alturas (Snoop Dog), un cocapitán africano apellidado “Gaeman” y la inexcusable zorrez de las aeromozas (entre ellas, Sofía Vergara), la comida de avión en clase económica es una caja de pollo de Popeye’s que se tiene que compartir y mientras que en primera clase se escucha a Lou Rawls, en la económica se escucha a Fat Joe, Yello y Salt-n-Pepa (no, no es un lubricante vaginal, es una banda de rap). Soul Plane es donde el estereotipo se hace la regla y la caricatura se hace ley.
La ética de este avión gira en torno al sexo más lascivo que puede haber, la cantidad de chistes y referencias sexuales en la cinta es más grande que la población de China. Entre una vasta cantidad, sobresalen un hombre ciego dedeando una papa, una pareja que practica asfixia sexual, una joven blanca que habla de una práctica sexual denominada “la bolsa de té” (lo dejo a su imaginación) y sendas revistas pornográficas para mujeres engalanadas por
jóvenes negros de tamañas proporciones.
El humor escatológico es aderezado por la cantidad de chistes y observaciones racistas de la cinta, esto en manos de una familia blanca que intenta presentar una fallida emasculación del hombre blanco, poniendo al imbécil preferido de EU (Tom Arnold) en ese papel, presentando al mismo tiempo a los hijos contagiados por la urbanidad de la cultura afro y su esposa, seducida por un priapico modelo negro. Presenciar esta serie de aberraciones equivale a asistir a un palenque amenizado por Ninel Conde o Maribel Guardia en la Feria de Morelos.
Ver Soul Plane equivale a ver una hora y media el canal MTV Jams con cambios de canal esporádico a algún reality show de E! Entertainment Television o VH1. El randomness de todo el asunto gira alrededor de la cantidad de enfoques a senos, enormes traseros y fugaces tomas de entrepiernas masculinas. Soul Plane se nutre de la improvisación en el set, nula preparación y chistes que recurren a la escatología cruda para provocar la risa de la audiencia. Por cada idea auténticamente hilarante vienen 10 de las cuales te reirías estando pasado, y hasta los que andan pasados tienen mejor noción del humorismo. La estética y el estilo de Soul Plane vienen exportados de toda la dialéctica visual y auditiva de los videos de rap, no resulta sorpresivo, dado que el director, Jessy Terrero (no, no es locutor de radio), ha hecho mover más de 100 big butts en diferentes videos. Contemplen el black trash en toda su gloria.
Soul Plane es la justificación del prejuicio hacia la minoría, es la exageración de las unidades de identidad establecidas por los afroamericanos en sociedad, es lo que algunos llamarían “irónica reapropiación”, sin embargo, demuestra que el poder del racismo y la fobia social resultan tan abrumadores que nos llevan a perder la dignidad de tal manera que confundimos el “reírnos de nosotros mismos” con la más degradante humillación.
I like big butts and I cannot lie.
Por JJ Negrete