‘¡Somos lo mejor!’: El punk, en pantalla, no está muerto

En alguna entrevista, Bradford Cox decía que su idea del punk es no estar interesado en lo que otras personas piensan del punk: un significado diferente al esencial contra el sistema del término original. Para él, no se necesita de una oposición al régimen para cargar con un espíritu punk dentro. En alguna otra, continúa diciendo, que el punk es como una medicina para la rabia, que si alguien se siente pleno y feliz debería seguir con su vida y pasar de largo. Y algo de razón tiene. El punk es, más que una protesta, un grito de liberación a un cúmulo de furia que no termina de llenarse. Si alguien retiene tanta rabia en su interior podría provocar consecuencias más graves. La medicina es, en efecto, el punk. Su crudeza y sencillez, su cerebro y sus virtudes. Una voz en alto enojada, haciéndoselo saber al mundo.

Para Lukas Moodysson podría ser algo similar. En, ¡Somos lo mejor! (Vi är bäst!/We Are The Best!, 2013), su increíble nueva película, parece dar una definición similar. Siendo abiertamente una cinta que fue creada a partir de la nostalgia por su vida musical punk de la infancia, We Are The Best! está llena de detalles específicos: desde el año -1982- en el que se sitúa, hasta las referencias al contexto musical de su natal Suecia, todo está perfectamente situado en esa específica etapa de su vida. Lo ha dicho abiertamente, la cinta no es otra cosa que su sentir a esa edad, sus memorias de aquellas pasiones que formaron su persona. La película es un recuerdo polvoso que ha sido limpiado. Una reconstrucción, tal vez, de su propia definición del punk.

La premisa es simple y por todos conocida: tres niñas en Suecia que deciden formar un grupo de punk. Esas tres niñas tienen una historia complicada detrás. Cada una guarda en su interior una cantidad suficiente de rabia que le brinda sentido a la definición: baja autoestima, fanatismo religioso y familia disfuncional. Para Moodysson también se trata de gritos de liberación. Al igual que Cox, él trata al término con indiferencia a las reglas establecidas y con un cinismo particular. No le importa si declara en tiempos de retromanía (citando a Simon Reynolds) su pensamiento negativo a cerca de Joy Division o mostrar un vinyl de música similar lleno de  vómito. Al momento de filmar, él mismo, como las pequeñas rebeldes, también es punk.

We Are The Best! no solo triunfa en el  tratamiento de su base principal, sino que, además, es una cinta llena de diversión. Lejos de sus ejercicios anteriores inmediatos como Mammoth o Container, aquí Moodysson manufactura una divertida comedia que se encuentra a la altura de las más taquilleras ahí afuera. Sus bromas –no pocas- son, también, de alguna forma elaboradas en un sentido cínico. Cada una de ellas está preestablecida y se ha hecho muchas veces antes, pero en manos de Moodysson se sienten tremendamente graciosas. Como si su intención fuera tratarlas como una parodia meta, pero con el mismo propósito. En su definición, también, el punk se trata de formar críticas incisivas que al final del día resulten eficaces. La película entera lo es.

Y además también cuenta la dinámica de las agrupaciones promedio de una forma fugaz. Su retrato de los grupos que ha visto formarse y deshacerse al paso de los años es igual de representativo que cualquiera de sus bromas o diálogos. El proceso por el que atraviesa el pequeño trío de niñas es veloz, pero demasiado preciso. Esa curva de éxito que va desde la introducción de cada una de las integrantes, hasta la cima del proyecto está explicada de forma simple; su nonsense y su aprendizaje, sus pleitos y reconciliaciones, la lucha de egos y la indiferencia. Así como la premisa básica DIY del punk más arcaico. Moodysson hila sus recuerdos con su conocimiento acerca del género y su funcionamiento. Lo hace de la misma manera que Cox, sin importar si lo que muestra es apegado a sus leyes o parámetros. Una comedia dramática musical. Desafía las leyes de la industria. Es una película punk.

We Are The Best! puede tener esas y muchas más lecturas. Se puede hablar de la transformación de la mente de las niñas de cuando sólo eran amigas a cuando se convierten en compañeras de grupo. También, se puede decir mucho sobre su proceso de crecimiento en la pubertad y su incapacidad de interrelacionarse con las personas de su entorno. Se puede hablar de la no muerte del punk en la década de los ochenta y el estado actual dentro de la película misma. Se podría discutir la misma escena sueca o el contexto social de ese país y el resto del continente en el tiempo situado. Se puede, porque es una película que lo permite y muestra rasgos de cada una de esas perspectivas. Pero ante todo eso, es una película que delata el entusiasmo de su creador por el recuerdo de mejores tiempos. Al final no se triunfa a ojos de los demás, sino en el interior de las involucradas. Como no interesa si lo hace la película fuera de la satisfacción de Moodysson. Su idea del punk, también, es no estar interesado en lo que otras personas puedan pensar de nada.

Por Joan Escutia (@JoanTDO)
Ésta es una reedición de nuestra cobertura de la 55 Muestra de la Cineteca Nacional.

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