Caníbales, homosexuales, policías, prostitutas y una pizca de incesto,al tomar estos ingredientes cocinados a fuego lento –muy, muy lento– y sazonarlos con un toque de cliché, lo único que resulta es un plato de la cinematografía nacional contemporánea que revuelve el estómago y nos quita el apetito.

Jorge Michel Grau narra la historia de una pequeña familia mexicana que, al perder al padre, debe arreglárselas para sobrevivir, enfrentando los múltiples problemas personales con los que carga cada uno. El pequeño detalle es que son caníbales. Lo que necesitan para sobrevivir es carne humana, la cual no sólo consumen sino que ofrecen en sacrificio.

Somos lo que hay (2010) es el título de este “drama de terror” que protagonizan Francisco Barreiro, Paulina Gaitán, Carmen Beato y Alan Chavez.

Es importante comenzar diciendo que en los aspectos técnicos el filme es bastante bueno. La fotografía a cargo de Santiago Sánchez, en conjunto con el diseño de producción en manos de Alejando García son interesantes y están muy bien explotados. Realmente son estos dos elementos y nada más  los que le dan su espíritu a la película y la base en la que se sostiene, puesto que la atmósfera que logran es la que da la pauta para comprender la intención de la cinta, cuando no se puede recurrir a otra cosa.

Como ya es constante en el cine mexicano de los últimos años, la factura de las obras es bastante loable en general, sin embargo estos éxitos se ven terriblemente afectados por las decisiones narrativas. Ejemplo perfecto es Somos lo que hay: no tiene otra falla más que un mal guión. El problema es que si el guión es malo, el resto de la película lo parecerá también.

Michel Grau hace una mezcla claramente heterogénea del terror, el melodrama, la crítica social y el realismo, que termina siendo sólo un montón de parches e indecisiones. Por un lado tenemos la parte antropófaga, que busca el terror y coquetea con la idea gore; luego están los problemas familiares que, si bien tratan de ser realistas, al carecer de tratamiento caen en lo melodramático; por otro lado se mete con calzador el aspecto sexual de los tres hermanos (entre  incesto y homosexualidad) que no aporta nada ni a la narrativa general ni a la construcción de los personajes puesto que a pesar de tomar casi un tercio de la película nunca llevan a nada. Y finalmente por otro lado, colados entre todos estos temas, se meten los judiciales y la policía mexicana, que no podían faltar para ser la crítica de nuestro sistema de justicia.

Es evidente que al enfrentarse a esta multitud de asuntos, ninguno recibe el tratamiento necesario para desarrollarse en una sola cinta y, por lo tanto, ninguno pone el tono definitivo de la película. Esto se vuelve dolorosamente evidente cuando el ritmo general de las tomas es igual de indeciso y sólo confunde al espectador con respecto a lo que tiene que estar sintiendo. Además la sensación de desesperación ante la falta de congruencia está constantemente exacerbada por la serie de clichés que toman lugar es escenas acartonadas y sobrantes que plagan la película.

90 minutos. En sólo una hora y media Jorge Michel Grau pretendía que pasáramos por una gama interminable de sensaciones y pensamientos, pero es eso fue imposible. Lo único que fue constante en mi mente fue un signo de interrogación que nunca logró esclarecerse y que no le deseo a nadie. Si esto es lo que hay, mejor no quiero nada.

Por M. Rodríguez Alcocer (@RennoirAlcocer)

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