“Yo no se qué tanto chillan por la corrupción. Si no existiera, ustedes ya estarían en el tambo, sin embargo, el sistema les da una segunda oportunidad”

-El Danas, judicial

 Para los mexicanos, el humor se nos ha permeado irremediablemente en la cultura, y a decir verdad, es uno de los mejores recursos que tenemos para enfrentarnos a la realidad. Y como la realidad que vivimos es terrible, sólo nos queda el humor negro.

Cero y van cuatro (2004), producida por Eckehardt von Damm y escrita por Antonio Armonía, es una película formada por cuatro cortometrajes. Todos retratan los temas clásicos del cine mexicano de las últimas décadas: la corrupción, la inseguridad, las drogas y un poco de religión. A pesar de haberse estrenado hace casi diez años, aún podría parecer vigente puesto que la situación del país no ha cambiado demasiado.

El primer cortometraje, El torzón,  a manos de Alejandro Gamboa sigue a dos muchachos que, al ser atrapados por un judicial debe uno recorrer la ciudad en busca de dinero para la mordida  y el otro, soportar las historias del judicial.

Le sigue Vida exprés, dirigida por Antonio Serrano. Relata el secuestro de una adinerada empresaria y las catábasis que tiene que enfrentar su familia para conseguir el rescate.

Luego viene Barbacoa de chivo de Carlos Carrera. Éste es el corto que menos se mezcla con los demás, por la temática religiosa, pero no se zafa por completo de la línea de la película. Un hombre roba la Virgen del atrio de la iglesia para comprarle medicinas a su hija, todo el publo se enfurece, pero por una confusión tratan de linchar al hombre equivocado.

Comida para perros  hecha por Fernando Sariñana cierra el conjunto. Utilizando personajes de los dos primeros cortos, muestra el asalto a un restaurante por un criminal poco afortunado, que más bien es robado por la clientela del lugar.

Debido a que son cuatro cortometrajes, hechos por realizadores diferentes, parecería poco acertado hacer un comentario del filme como uno solo, pero la construcción de la cinta en general da esa oportunidad. Cada uno de los segmentos posee el toque de su respectivo director, pero la película conserva una estética y una temática homogénea que permite verla casi como un largometraje. Esto es gracias a que el productor Eckehardt, lo mismo que el guionista Antonio Armonía, son constantes en las cuatro realizaciones y parecen controlar los elementos generales de cada historia, para que no divergen  cada cual por su propio rumbo.

En los aspectos técnicos, Cero y van cuatro es una película bien lograda, aunque no cuenta con ninguna novedad ni propuesta memorable. La fotografía y el diseño sonoro son herramientas usadas oportunamente para el desarrollo de la narrativa, pero nunca sobresalen ni ofrecen más de lo necesario.

Es importante tener en cuenta que éste es un filme con finalidad comercial.  Aunque podría aparecer como una crítica social; sin embargo no son nada nuevas ni las situaciones que se critican, ni la forma en que lo hacen, por lo que realmente debe tomarse como una oportunidad para reírse un poco con el humor negro ya conocido de los cineastas nacionales.. No es tampoco que exonere los defectos de la sociedad mexicana, por lo que no es una cinta reprobable, es sólo que utiliza éstas situaciones para construir sus historias. Esto no la convierte necesariamente en una mala película, simplemente una que no pretende mucho más que divertirnos

Por M. Rodríguez Alcocer (@RennoirAlcocer)

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