RMFF | ‘Oldboy’: El juego del remake

Hablando sobre la nueva versión de Robocop (2014), mi compañero JJ Negrete dijo: “Meterse con lo sagrado siempre conlleva la intolerancia de amplios sectores de creyentes y devotos fanáticos. Independientemente de lo que uno quiera hacer, a la gran mayoría de las personas no le gusta que se metan con lo que ya funciona, al punto de increparse desde la intención de crear algo diferente usando material ya existente.”

Entrarle al juego del remake es complicado por la cantidad de factores en juego. No sólo los fans se pueden volverse locos, los dueños de los derechos querrán maximizar sus ganancias y el talento querrá dejar su huella. En un tripie con un equilibrio endeble, si el peso se inclina apenas hacía algún lado, las otras dos patas se sentirán desplazadas. No hay forma de ganar, aún cuando el producto final pudiera ser mejor, como en la rehechura de Mother’s Day (1980, 2010).

La interpretación del clasicazo coreano Old Boy (Oldeuboi, 2003) firmada por Spike Lee camina por una vereda intermedia que busca complacer a todos. Al grado de difuminar casi por completo la voz autoral de Lee –por ello no resulta extraño que haya removido su tradicional “A Spike Lee Joint”– hasta convertirse en una película bastante regular y nada más.

Un día de 1993, el patán profesional y alcohólico Joe Doucett (Josh Brolin) es secuestrado. Sin respuestas, ni salidas, Joe tendrá veinte años para preguntarse quién y por qué le hicieron eso. Qué hizo para merecer semejante castigo. Cuando por fin es liberado, vengarse es su único objetivo.

Chan-wook Park basa la narrativa y estructura de su cinta en el thriller psicológico, era una carrera contra el tiempo para resolver el rompecabezas dentro de la cabeza de su protagonista. Incluso, el final apuntaba en esa dirección: su mente estaba tan fracturada y torcida que era mejor engañarla a enfrentar la realidad.

En la traslación norteamericana, se opta por una pulcra inmediatez sin energía, despojada de todo punch psicótico. Conforme avanza la película todos los personajes se van desdibujando, como el estilo de Lee se difumina a cada toma. En su texto para Grantland, el crítico Wesley Morris compara el trabajo del director con un karaoke, cualquiera puede cantar una pieza es necesario un poco de talento para hacerla inolvidable.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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