Querido Evan Hansen… una carta superficial sobre la salud mental

El 2021 ha sido un año lleno de musicales, desde el estreno de Annette, de Leos Carax, en la pasada edición del Festival de Cannes –una ópera de rock llena de excesos visuales con Adam Driver y Marion Cotillard–; las adaptaciones de grandes obras de teatro de Broadway como In the Heights y West Side Story; o Tick Tick…Boom!, el debut como realizador cinematográfico de Lin-Manuel Miranda.

A esa lista podemos agregar Dear Evan Hansen, dirigida por Stephen Chbosky y adaptada de la obra homónima ganadora de seis premios Tony, incluyendo Mejor Musical. La obra trata sobre Evan Hansen, un estudiante de 17 años con trastorno de ansiedad social que se enrolla en un gran problema al fingir que fue gran amigo de un chico que se suicidó, mentira que lo lleva a ser aceptado y escuchado por otros.

Ben Platt a sus 27 años y con la venía del nepotismo –su padre es productor de la película–, retoma el papel de Evan Hansen, un chico de 17 años. Platt, obviamente, demasiado adulto para estar en un ambiente de secundaria. El director y todo el equipo de producción hacen un gran esfuerzo para “camuflar” a Platt en su papel de adolescente puberto y consiguen que Evan Hansen transite por la escuela como si fuera Steve Buscemi en 30 Rock.

Sin embargo, la actuación de Ben Platt no se compara con la superficialidad con la que la película aborda el tema de la salud mental. Al fingir ser amigo de un chico que se suicidó sólo para tener popularidad –incluso inventa conversaciones íntimas en correos electrónicos para mostrarle a la familia del fallecido que su amistad era real–, Evan vive al borde de la psicopatía. El personaje es incapaz y no está dispuesto a resolver el malentendido de inmediato.

La película intenta encontrar su balance justificando las acciones de su protagonista, a veces mostrándolas como altruistas y otras como resultado de su incapacidad social. La edad de Platt elimina cualquier posibilidad de empatía. La ansiedad social es un tema delicado que busca ser “representado” en esta película, aun cuando las acciones de su protagonista no lo permitan. En esta versión cinematográfica, se utiliza la salud mental para justificar los terribles actos abusivos de Evan Hansen, un manipulador que busca ser parte de una familia destruida por la pérdida porque él mismo no tiene una.

Stephen Chbosky, el director, tampoco encuentra cómo darle claridad a los números musicales, que siempre dejan una sensación extraña y poco natural. Las discusiones parecen muy dramáticas y se rompen cuando cantan los personajes. La edición, de igual manera, nunca encuentra su ritmo. Esta inconsistencia acaba provocando risas involuntarias en lugar de las emociones acostumbradas en un musical.

Evan Hansen es, quizás, una de las películas más terroríficas de este año, gracias a la manera en que aborda un tema tan delicado. Tal vez la obra de teatro sí funcione, su adaptación cinematográfica invita a buscar otros musicales… Tick Tick… Boom! está a la vuelta de la esquina.

Por Alex Guax (@Alex_Guax)

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