‘Porco Rosso’: Cuando los cerdos vuelan

Porco Rosso (Kurenai no buta, 1992) es una de esas cintas que en la carrera de cualquier otro director se consideraría piedra angular, pero que en el extenso y brillante curriculum de Hayao Miyazaki queda casi por completo ignorada. Rebasada por otras cintas de mayor fama como Mi vecino TotoroEl viaje de ChihiroEl castillo vagabundo y, más reciente y también inspirada en aviación, Se levanta el viento

Junto con El Castillo de CagliostroEl Castillo en el cielo y otras más, Porco Rosso pertenece a un conjunto de películas menos celebradas del director japonés. Cintas que muchas veces son puestas a un lado cuando se habla de un cuerpo de trabajo esencial de Miyazaki. Un enorme error, que deja de lado partes fundamentales para comprender la trayectoria del señor Miyazaki y el Estudio Ghibli.    

La cinta nos relata las aventuras de Porco Rosso, un cerdo antropomórfico y cazarecompensas dedicado a pelear contra piratas aéreos en el Mar Adriático durante la época dorada del uso y desarrollo de los hidroaviones. La cinta es un viaje por ese periodo romántico de la aviación y que encuentra una enorme fuente en el cariño de Miyazaki por la aeronaútica para entregarnos una trama sencilla, divertida y entretenida.

Solamente Miyazaki podría inventar este tipo de historia, que tiene como protagonista a un hombre mitad cerdo que fuma compulsivamente y se carga una actitud de chico malo incomparable; darle un tono de comedia y agregar un poco de romance a la mezcla. Al principio la cinta parece sencilla, sin mucha profundidad ni dimensión, y la mayoría del tiempo así es, pero conforme se desarrolla la trama deja ver momentos más complicados que le dan un buen balance.

La cinta se distingue en varios puntos diferentes que la hacen una muestra singular de la narrativa de Miyazaki. No muchas de las cintas del director japonés tienen como protagonista a una figura masculina. Normalmente las estrellas del show son mujeres fuertes y decididas. La comedia es otro aspecto que se debe resaltar, pues si bien en todas las cintas de Miyazaki existen momentos ligeros, en ninguna otra cinta el director se entrega con tanto abandono a la comedia física, logrando resultados hilarantes y surrealistas que no estarían fuera de lugar en shows de sketches cómicos.

La acción es otro punto en el que Porco Rosso resalta de manera brillante. Cada una de las peleas aéreas se siente auténtica, tensa y muestra una atención al detalle sorprendente en el aspecto técnico. La animación, como en otras producciones del Estudio Ghibli, es fantástica, colorida y fluida. Tal vez un poco más exagerada y caricaturesca que en otras cintas, pero siempre manteniendo el estilo, de más reconocido, del estudio y que ayuda mucho en los momentos de comedia y acción.

Con todos estos elementos, Porco Rosso se conforma como una obra redonda que cuenta una historia sencilla, pero divertida, con muchas dimensiones más profundas que no le restan nada al entretenimiento. El protagonista va tomando fuerza, alejándose de la impresión inicial. El peso de su vida es mayor del que deja ver con su constante optimismo y esto se transmite de manera perfecta en un par de escenas que nos demuestran el arrepentimiento que siente. La trama se va transformando en una fábula inolvidable repleta de hidroplanos y personajes entrañables. Al terminar el filme queda la duda de si el final feliz de verdad fue final y feliz del todo. No importa, gracias al señor Miyazaki he visto a un cerdo volar. Ahora creo que todo es posible y con eso basta.

Por Xavier R. Vera (@SoyXavito)