‘Ponyo’: un cuento para todos

La historia del cuento de La sirenita (Hans Christian Andersen, 1837) ha sido reinterpretada y recreada en el mundo del cine y la animación diversas veces. Está desde el clásico de Walt Disney (1989), hasta la tan esperada pieza de Sofía Coppola. Sin embargo, Ponyo en el acantilado (Gake no ue no Ponyo, 2008), de Hayao Miyazaki, nos muestra una versión del cuento menos conflictiva y súper kawai (tierno).

Sosuke es un niño que vive con su madre en una casa sobre un acantilado; un día se encuentra un pequeño pez rojo, pero con cara de niña, a quien le pone Ponyo. Sosuke lleva a su nueva amiga a una casa de retiro, donde trabaja su madre con gente mayor, quien al ver a Ponyo se emociona, con excepción de una señora que teme que provoque un tsunami, así como lo presagia la leyenda.

La adaptación que hace Miyazaki del cuento de Hans Christian Andersen está llena de inocencia, mientras que la magia es representada con colores, sonidos y acciones. Y aunque la historia es ligeramente diferente a la original, el carecer de este componente no lo hace menos atractivo para los ojos del espectador, quien en realidad podría ser tanto infantil o adulto (seguramente hay uno que caería en las garras de la ternura que expresa el personaje principal).

Ponyo podría ser una excepción a las películas de Miyazaki, ya que en este caso se puede decir que claramente es una animación para público infantil, ya sea por el orden secuencial de la historia y la simplicidad de su argumento, como en el tema musical que recuerda a esas canciones que salen en los endings de los animes para niños. Aun así, el que sea un cuento infantil no limita el encanto que transmite Ponyo y otros elementos, como ver hermosos peces nadando entre las casas o la belleza de “la madre mar”, personaje que está basado en la pintura La dama de Shalott (John William Waterhouse, 1988).

Cabe mencionar que para el director de películas como El viaje de Chihiro, La princesa Mononoke, Mi vecino Totoro y El castillo vagabundo, la importancia de la relación del hombre con la naturaleza está presente en sus creaciones la mayoría de las veces. Con relación a su versión de La sirenita, se puede ver que hay una clara importancia en la representación del equilibrio con la naturaleza y el mar como origen de vida, la figura materna y el respeto a los elementos naturales. 

A lo largo de su cinematografía, Miyazaki ha aceptado la ayuda de la tecnología digital, pero no ha dejado de lado la importancia que tiene el dibujo en sus animaciones. El dibujo con lápiz, técnica tradicional en la animación, obliga a reflexionar y explotar al máximo el potencial del creador. 

En Ponyo en el acantilado se utilizaron cerca de 160 mil dibujos que buscan recordar a los adultos la importancia de la naturaleza como fuente de vida; inculcar este valor a los más jóvenes y demostrar que la tradición aún está presente en la animación. Ponyo no es la obra más emblemática de Miyazaki, pero indudablemente es parte de esa colección que consideramos como clásicos.

Por Sofía Huerta (@Sophia_Huerta)