En diciembre del año pasado vio la luz el filme japonés Norwegian Wood (Noruwei no mori, 2010), dirigido por el director de origen vietnamita Tran Anh Hung, adaptación cinematográfica del libro homónimo del escritor nipón más occidental que puede existir: Haruki Murakami.

La persona encargada de la banda sonora de este filme fue nada más ni nada menos que Jonny Greenwood, el multiinstrumentista y guitarrista líder de la agrupación inglesa Radiohead, quien ya había sido responsable de escribir el score del tremendo filme estadounidense Petróleo Sangriento (There Will Be Blood, 2007) del director Paul Thomas Anderson y por el cual recibió muy buenas críticas.

Como todo soundtrack, es indispensable apreciar la compaginación que hay de éste con la imagen en movimiento. En este caso, la música de Greenwood fue algo que lució poco dentro del filme, si bien hizo el intento por dramatizar algunas escenas importantes, no fue lo suficiente como para funcionar de apoyo o nexo entre el espectador y las acciones naturalmente impasibles de los protagonistas del largometraje.

Sin embargo, no por ello hay que descalificar el trabajo del músico inglés, ya que, siguiendo un poco la línea de su anterior incursión en el cine, la música consta, en su mayoría, de arreglos de cuerdas que se deslizan de forma lenta y minimalista con tonalidades suaves y ligeras. Incluso en un par de piezas hace despliegue de ostentosos arpegios, de los que siempre ha poseído singular cualidad, en una guitarra que busca simular melodías y timbres de instrumentos característicos orientales como lo es el shamisen.

Es notable que este músico, sin duda alguna, dio un repaso a la música tradicional e instrumental japonesa antes de componer el score del filme, llevándolo así a tener un buen resultado sin perder su sello Greenwood, digno de mencionar sin pena en su currícula de bandas sonoras. Aunque, si hubiere la necesidad de comparar la banda sonora de Norwegian Wood con la de Petróleo Sangriento, en definitiva ésta última sería la vencedora.

Otra cosa a destacar es que dentro de este soundtrack se encuentran tres piezas de CAN, banda germana representativa del krautrock, que a pesar de que dentro del filme sus canciones fueron bien aprovechadas, desentonan totalmente con la música hecha por Greenwood y hacen que la escucha corrida de este material se torne un tanto incómoda.

La música de una banda sonora tiene que estar al servicio de lo que la naturaleza del filme necesita y si el trabajo de Greenwood se analiza bajo esta perspectiva, bien le podemos dar una palmadita y felicitación por su esfuerzo, sin embargo, lo demás dentro de la cinta es lo que nos queda mucho a deber.

Por Antonio Millán (@pinomillan)

 Jonny Greenwood – Mata ai ni kurukarane

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