No temas a la oscuridad

La pregunta que me salta después de ver No temas a la oscuridad (Don´t Be Afraid Of The Dark, 2010) es: ¿por qué Guillermo, por qué? O para ponerlo en mexicano contemporáneo: ¿juay Guillermo, juay?

Sally (Bailee Madison) es enviada a vivir con su padre (Guy Pearce) y su nueva y “joven” –ay ajá– novia (Katie Holmes), ambos se  encuentran restaurando una misteriosa mansión, donde Sally comienza a advertir extraños sucesos provocados por ciertas criaturas que gustan de dientes de niños.

No temas a la oscuridad es el remake de una película homónima que se hizo en 1973 para la TV –la cual, por cierto, no he visto–, desde su génesis, a este filme le resulta difícil escapar de lo ordinario hoy día, cuya regla es el remake. Tampoco es la primera vez que alguien aborda una historia de terror con un hada de los dientes macabra, por ejemplo la fallida En la oscuridad de la noche (Darkness Falls, 2003).

Guillermo del Toro es guionista, junto a Matthew Robbins –con quien ya había hecho pareja en Mimic (1997) y el fallido proyecto de H.P. Lovecraft–, y productor de la cinta. Su presencia es notoria en ambos apartados. No es la primera vez que se desempeña como productor, inclusive disfruté bastante algunas de sus incursiones anteriores en ése campo, por ejemplo: El Orfanato (2007), Los Ojos de Julia (2010) o Splice: experimento mortal (2009). La diferencia ahora la marca su crédito como guionista.

El guión de No temas a la oscuridad comparte referencias con algunos de los trabajos anteriores del mexicano, pues destaca el uso de una niña como parte medular de la historia. Este recurso aparece en Cronos (1993), Mimic, El Espinazo del Diablo (2001) y El laberinto del fauno (2006) –y aunque Hellboy se comporta de manera bastante inmadura, no lo vamos a incluir en la lista–. De esta forma, Del Toro busca abordar la trama desde el punto de vista infantil; sólo basta recordar cómo la realidad y la fantasía se mezclaban ante los ojos de Ofelia en El laberinto del fauno para entender qué es lo que busca el tapatío.

Hay dos cosas que no funcionan en No temas a la oscuridad. La primera es su director, Troy Nixey. En lo que se podría considerar su ópera prima –antes había hecho un corto–, la mano de Nixey no aparece por ningún lado; durante los 99 minutos de metraje no toma riesgos, todo luce ordinario sin chispa. Aunque quizá se deba a que la figura de Guillermo del Toro impone y lo que menos quiere un realizador novato es regar el tepache con uno de los grandes exponentes actuales del género fantástico.

La segunda es su protagonista, Bailee Madison, quien carece del carisma de los anteriores niños en la filmografía de Del Toro y luce más por parecer la versión miniatura de Katie Holmes que por su talento histriónico. Sólo con recordarla  trabajando con Adam Sandler en Una esposa de mentira (Just Go With It, 2011) comprobamos que lo suyo, lo suyo, es la sobreactuada.

Porqué Guillermo del Toro no dirigió una película que a todas luces es suya, me evade. Tal vez se debió a que estaba preparando El Hobbit, que a la postre no hizo. O el proyecto antes mencionado de H.P. Lovecraft, que tampoco fraguó. O quizá asesorar a los de Megamente (Megamind, 2010) y a los de Kung Fu Panda 2 (2011) lo haya dejado exhausto. O tal vez sólo quería hacer unos cuantos dólares sin poner el prestigio en riesgo, lo cual seguramente va a conseguir, ya que costó 25 millones de dólares y sólo en EU ya juntó 21.

Lo que sí les puedo asegurar es que Guillermo del Toro también es capaz de verse envuelto en cosas dignas de enlatarse y olvidarlas en una bodega. ¿Juay Guillermo?

Por Rafael Paz (@pazespa)

PD: El siguiente dato es para fanáticos de hueso colorado. No temas a la oscuridad es la segunda historia sobre hadas de los dientes que escriben en coautoría Guillermo del Toro y Matthew Robbins. La primera es un cuento que se titula Tasty Teeth y forma parte del libro “Odder Jobs” una compilación de textos sobre el personaje más conocido de Mike Mignola, Hellboy. Vale la pena el gasto.

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