Vivimos en una época extraña. La pantalla de una computadora nos atrae como moscas a una lámpara. Usamos dinero que nunca podremos pagar mediante una tarjeta de crédito, efectivo que nunca veremos porque no son más que datos en la red, perdidos en un torrente de bits e información. En apariencia, las redes sociales nos acercan a las personas que queremos; al mismo tiempo, el contacto nunca será tan real como tener a ese individuo respirando frente a nosotros, emitiendo energía a sólo unos pasos. Una serie de caracteres tiene la capacidad de simplificar nuestras emociones a través de un chat. D:
Kim Seong-geun (Jung Jae-young) se encuentra abrumado por las deudas, su novia acaba de terminar con él y lo despidieron de su trabajo. Ante la situación, decide suicidarse. Saltará de un puente tendido sobre el río Han. Nunca tomó un curso de natación, así que parece una muerte segura. El destino lo dejará varado en una isla desierta a mitad del cauce, en medio de la civilización, y al mismo tiempo separado de ella, en una pequeña isla poblada de basura, de desechos como él.
Kim Jeong-yeon (Jung Rye-won) es una chica que vive frente al río Han. Desde hace tres años no abandona la seguridad de su cuarto y su rutina: despertar, prender su computadora, desayunar, ejercitarse, entrar a sus varias redes sociales, fantasear, comer, ejercitarse, más redes sociales, ejercitarse, dormir, despertar… Su falsa existencia transcurre en ese útero de protección, en esa fantasía aislante. Todo cambiará cuando descubra al náufrago que vive frente al dintel de su ventana.
Dirigida y escrita por Hey-jun Lee, Náufrago en la Luna (Kimssi pyoryugi, 2009) es una extraña pero eficaz mezcla de géneros, donde la comedia romántica, el humor negro y el comentario social –blandito, sí– se encuentran dotados de un cálido toque humano.
El guión fácilmente pudo terminar en un melodrama estilo Náufrago (Cast Away, 2000), de Robert Zemeckis; sin embargo, pronto deja en claro que la crítica al sistema es más importante que mostrar a un hombre luchando con la naturaleza. ¿Cuántas personas alrededor del mundo no terminaron igual que el protagonista después de la crisis económica de 2008, o cualquier crisis? ¿Cuántas no quedan todos los días aisladas de la sociedad porque su tarjeta de plástico demostró ser un sueño efímero?
Damos por sentado que todo aquello que poseemos durará por siempre. La rutina asesina nuestros sentidos y los placeres más sencillos de la vida, como un buen plato de fideo con frijoles; se inhiben hasta perderse en nuestro subconsciente. En algún punto, simplemente, dejamos de sorprendernos. Como consecuencia, las computadoras/smartphones se vuelven relevantes, la única forma de “conectarse” y no sentirse solos. La vida es en alta definición y en 3D, eso es insuperable.
La isla puede ser tangible, como la de Kim Seong-geun, o digital y por lo tanto intangible, como la de Kim Jeong-yeon. Como dijo Octavio Paz: “…para que pueda ser he de ser otro / salir de mí, buscarme entre los otros / los otros que no son si yo no existo / los otros que me dan plena existencia…” Náufrago en la Luna es, también, la historia de dos amantes improbables, no imposibles. Nuestros protagonistas viven situaciones similares; el encontrarse significará no estár solos. Aún hay esperanza.
Por Rafael Paz (@pazespa)
