Quizás el mayor encanto del Serie B sea su inventiva. Actores, directores y productores deben encontrar la forma de contar su historia sin un presupuesto abultado. Cuando aventar dinero no resuelve los problemas resulta necesario hallar soluciones, respuestas, ya sea optando por no ocultar lo económico de la propuesta y apostar por el “es tan malo que es bueno” –aun de manera inconsciente–, como hacía Ed Wood, u ofrecer un toque menos obvio y más cerebral al relato. Marea nocturna (Night Tide, 1961), de Curtis Harrington, pertenece al segundo bloque.
Johnny (Denis Hopper, atípicamente tranquilo) es un joven marinero que llega al pueblo de Venice buscando disfrutar sus días de descanso lejos de sus deberes marítimos. En su primera noche en Venice entra a un bar y queda irremediablemente prendado de una lugareña, la misteriosa Mora (Linda Lawson), quien trabaja haciéndose pasar por sirena en la feria del muelle. Aunque en un inicio lo rechaza, Mora poco a poco acepta a su pretendiente, provocando las habladurías de los demás habitantes del poblado. ¿Por qué le temen a Mora?
Esas pocas líneas argumentales sirven para que Harrington (Voyage to the Prehistoric Planet, Queen of Blood), también guionista de la cinta, eche a andar el relato. A lo largo de la trama se jugará con la idea de que Mora podría ser una sirena de verdad o una loca creyente de las trampas de su imaginación; así la fantasía intenta imponerse a la realidad, aunque el director se encarga de que nunca se apodere de lo mostrado en pantalla por completo. El mecanismo funciona para sumergir al espectador en la atmósfera, buscando claves, guiños para resolver el misterio. Es una propuesta que recuerda a los clásicos La mujer pantera (Cat People, 1942), Los ojos sin rostro (Les yeux sans visage, 1960) o Psicosis (Psycho, 1960) y trabajos posteriores clave dentro del género, como El carnaval de las almas (Carnival of Souls, 1962).
Por eso resultan clave esas escenas donde vemos a la sirena plenamente. La primera ocasión es cuando Johnny ve a Mora con su disfraz en el tanque falso de la feria, reforzando la idea del engaño que vive ella, y después en dos pesadillas llenas de elementos oníricos que capturan las preocupaciones de nuestro protagonista –donde lo artificioso de los efectos, por malos, se evidencia–, reflejadas en la lectura del tarot por parte de una adivina. Al optar por no abusar de la fantasía, Marea nocturna goza de una atmósfera enigmática, como de viaje a una misteriosa isla tropical donde todavía es posible sorprenderse de los misterios del mundo. Recientemente Mamula (2014) demostró cómo la obviedad puede echar a peder un relato de sirenas asesinas.
Al igual que los asistentes a la feria llena de engaños o los usuarios del carrusel, el cine brinda la oportunidad de disfrutar de un engaño. Podemos subirnos al corcel de madera y por unos minutos dejarnos llevar por la música hasta pensar que el equino es real, ser como Johnny y darle permiso a nuestra mente de ver sirenas, pero resulta imposible evitar que la treta sea obvia cuando las luces muestren el látex en la cola del monstruo marino.
Por Rafael Paz (@pazespa)
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