MUBI Presenta: ‘La Reina Kelly’ de Erich Von Stroheim

Dicen por ahí que hay cineastas malditos y Erich von Stroheim. La carrera del cineasta estuvo marcada por las trabas comerciales, una visión detenida por mezquindades de los estudios y su propia ambición cinematográfica. Bien dice Jonathan Rosenbaum que es más fácil hablar del cine de Stroheim desaparecido que del existente. Las nueve horas de Avaricia (Greed, 1924) son más populares que la versión de dos horas y media existente, aun cuando pocas personas en realidad las vieron.

Pasa algo similar con La Reina Kelly (Queen Kelly, 1929), el último trabajo de Stroheim como realizador, planeado originalmente como un vehículo para lucimiento de Gloria Swanson y el productor Joseph P. Kennedy, truncado finalmente a mitad de la filmación por las diferencias entre la estrella y el director. La versión más conocida dura poco más de 100 minutos y está terminada con fotografías del set e intertítulos.

Es ese fragmento de película suficiente para comprobar las dotes de Stroheim como cineasta. La historia se centra en una linda huérfana que se enamora del príncipe consorte, es humillada por la reina y termina perdida en algún punto de África donde hereda un burdel, por llamarlo de manera decorosa.

La cinta está cargada, al menos en su primera parte, de esa decadencia aristocrática que impulsó los primeros trabajos de Stroheim detrás de la cámara, donde reyes y cortesanos son personas inescrupulosas quienes tomarán cualquier cosa sólo porque creen tener el derecho a hacerlo. Basta mirar el comportamiento de la Reina Regina V (Seena Owen) o la forma en que se conduce el Príncipe Wolfram (Walter Byron) al salir de paseo con su séquito.

Esas escenas en el palacio y sus alrededores europeos son un buen testimonio de la obsesión de Stroheim por recrear hasta el más pequeño detalle y su buen ojo para expresar ideas en imágenes. En uno de los grandes momentos de su carrera, y de la historia del cine mudo, la campesina Kelly (Swanson) conoce a Wolfram y queda flechada desde el primer cruce de ojos; queda prendada de tal manera que, literal, se le caen los calzones. Una idea que nos podría parecer bastante ingenua en nuestros días, sin embargo a finales de los años 20 era una verdadera provocación. No por nada Swanson se negó a seguir trabajando cuando se enteró de que su personaje terminaba regenteando una casa llena de trabajadoras de la “posición horizontal”.

La Reina Kelly, aun truncada, es un gran punto final para la triste carrera de Stroheim y, quizá, no hay mejor manera de describirla que en las propias palabras del director: “Iba a filmar historias que se sientan reales, realistas hasta la máxima potencia. Intenté mostrar hombres y mujeres como son en el mundo, imperfectos, con buenas y malas cualidades, tan nobles e idealistas como viciosos, avaros y nocivos para ellos mismos.” Todo eso y nada más.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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