‘Morgana’: El homenaje a Taboada

El terror es un género poco abordado por el cine mexicano. ¿Las razones? Bajo presupuesto, malas historias, actores que no dan el tono, refritos de las ideas hollywoodenses, refritos de los refritos de Hollywood a Asia, y así podríamos seguir citando causas por la que no se ejerce el terror como en otros países.

Cada determinado tiempo algún productor decide entrarle. De ésos, muy pocos saldrán bien librados con el público, la crítica termina por ser lo de menos. Quizá el último gran éxito en este rubro sea Kilómetro 31, que logró buena aceptación.

De los productores del remake de Hasta el viento tiene miedo, llega Morgana. La película cuenta la historia de una atribulada joven, Morgana (Siouzana Melkian), que siendo una niña perdió a su madre y fue a dar con una amargada tía (Lilia Aragón). Por azares del destino viven junto a un lago, donde hace cien años ocurrió una tragedia, tan inconmensurable que nadie habla de ella, nadie la conoce a cabalidad, pero saben que algo pasó.

Faltan unos días para que Morgana cumpla 18 años y durante días ha tenido pesadillas en las que una extraña mujer (Alejandra Sandoval Toussaint) la acosa y busca ahogarla. ¿Tienen sus sueños algo que ver con la tragedia del lago? ¿Serán peras o son manzanas? ¿Siempre hay bruma en ese pueblo? ¿Toda la gente que vive cerca de un lago habla así de fresa? ¿Será el poblado con la mayor cantidad de hielo seco per cápita del país? ¿O es acaso que todo se debe a que cenó muy pesado?

Ramón Obón funge como director y guionista. Podría ser un nombre no tan familiar, pero ha escrito más de 100 guiones –la mayoría para videohomes– y es conocido por ser la persona detrás de esa joya nacional llamada Terror y encajes negros, con Maribel Guardia y Gonzalo Vega. La pueden ver aquí, sin desnudos, obvio:

Al igual que en aquella obra maestra del trash, Obón muestra rápido sus influencias, las más claras:  Stanley Kubrick y Carlos Taboada. Puede que el primero no sea más que un guiño de admiración, es el segundo el que impregna con su presencia la cinta.

Carlos Enrique Taboada es aquél que asustó a nuestros padres con películas como Hasta el viento tiene miedo (1968), El libro de piedra (1969), Veneno para las hadas (1984) y Más negro que la noche (1975).

Si bien el público de hoy, expuesto a la violencia del cine asiático y americano o a cintas europeas como Mártires (Martyrs, 2008) y A Serbian Film (Srpski film, 2010), quizá no moje sus pantalones del miedo con el trabajo de Taboada y además lo desprecie por verse burdo y pasado de moda, lo cual es cierto, hay que tener en cuenta la forma y tiempo en que se hizo y otorgarle su respectivo mérito.

Morgana está filmada, contada y editada como una película de Taboada, desconozco hasta qué punto eso es intencional. El problema con ese homenaje –intencionado o no– es el mismo que tiene el cine de Taboada hoy día, se ve tan desfasado con otras cinematografías que termina por dar risa y no miedo. No hay pecado más grande para una película de miedo que ése.

Tampoco es aconsejable ir con tan poco parque a la batalla, digo, con tan poco elenco. Fuera de un interesante y loable ejercicio por parte de Luis Felipe Tovar, quien intenta un papel fuera de su rango conocido –”yo nomas le digo”–, y una cumplidora Lilia Aragón, el resto del reparto demuestra su inexperiencia y Obón no hace por cambiar eso.

El tono de las actuaciones navega entre un capítulo de Lo que la gente cuenta y Mujeres Asesinas. Lo que provoca, de nuevo, más risas. Los diálogos tienen la misma calidad de El Santo y el Mantequilla Nápoles contra la venganza de la Llorona y recuerdan a los mejores momentos de Cañitas (2007).

En ocasiones películas que se consideran malas o irrelevantes en su momento, con el paso de los años ganan status y se convierten en objeto de culto. Es probable que para cuando mis nietos –si es que los hay– vean Morgana, ya disfruten de los beneficios de los órganos artificiales, las cabinas de sexuales –como en Sleeper–, tengan ovejas eléctricas que sueñen con robots y observen la película de Obón como una chabacana curiosidad.

Las risas ya no serán pecado para ese entonces.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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