Diarios de Mórbido 2021 – Día 2

La segunda jornada de actividades del Mórbido Film Fest 2021 estuvo marcada por la aparición de un viejo maestro de la animación, un pueblo iraní marcado por la superstición y una película que se niega a enmarcarse en un sólo género. Les contamos:

  • Al 3er día | Dir. Daniel de la Vega

Hay películas que no deberían funcionar y, sin embargo, lo consiguen. Quizás es el desenfado con el que se desenvuelve Al 3er día o su obsesión por recorrer cualquier cliché que se les ocurra sobre el cine de género, pero el trabajo más reciente de Daniel de la Vega es una de esas películas. Los estudiantes de guionismo probablemente sufran un aneurisma pensando en el guión de Al 3er día.

Cecilia (Mariana Anghileri) viaja con su hijo por una solitaria carretera en Argentina cuando sufre un accidente, tres días después aparece en una granja sin el pequeño y cero recuerdos de cómo llegó al lugar. Un terco y viejo policía, Ventura (Osvaldo Santoro), inicia la búsqueda; la violenta expareja de Cecilia aparece exigiendo respuestas; y un atractivo doctor, Hernán (Lautaro Delgado), intenta ayudarla. Todo esto mientras observamos al hombre que chocó con Cecilia, José (Arturo Bonín), quien tiene presa a la otra involucrada en el accidente vial.

Si suena todo un poco convulso –o reminiscente de un sinnúmero de largometrajes– es porque ése aparenta ser el objetivo de la película. Usar los clichés como hilo conductor de la trama, además de aprovecharlos para poner una “trampa” a más de un espectador que pretenda ir por delante de la historia. Aunque sus temas son lejanos, digamos que la dinámica es parecida a la de Juego de lágrimas (The Crying Game, 1992), la cinta de Neil Jordan que salta entre géneros en apariencia disímiles, para contar primero un thriller político sobre el Ejército Republicano Irlandés y luego una sensible historia de amor.

Al 3er día no tiene una historia de amor como eje, sino el amor de sus creadores –incluyendo entre los guionistas a Gonzalo Ventura, escritor de la novela que inspiró la película– por el horror y en general el cine de género, esto evita que su trabajo no caiga en ciertas trampas de la mirada irónica del postmodernismo tan de boga actualmente o que la cosa degenere en algo como Sky Sharks (2020).

  • Zalava | Dir. Arsalan Amiri

La entrega más reciente de la franquicia protagonizada por Michael Myers, Halloween Kills (2021), intenta retratar la manera en que la superstición y el deseo de justicia pueden salirse de control hasta terminar hiriendo inocentes. Ojalá el tema se desarrollara con la misma solvencia que lo hace en Zalava, una producción iraní que toma esos dos puntos para abordar con elocuencia que en todo grupo humano siempre habrá cierto comportamiento irracional, más emocional que lógico.

El polvoriento pueblo que da nombre al proyecto, ubicado en la ladera de una montaña en medio de una zona de pastoreo, fue fundado por gitanos cientos de años atrás, desde entonces entre sus calles es popular la creencia de que cada tanto demonios se hacen presentes y toman posesión de los pobladores con fines malvados, incitando trágicos “accidentes” un día sí y otro no. En sus últimos días en el puesto, el comandante militar de la zona (Navid Pourfaraj) detiene al exorcista del pueblo, el venerado Amardan (Pouria Rahimi Sam), con la intención de ponerle un alto a la superstición, llevando las fricciones entre la autoridad y el pueblo bueno al límite.

No es casualidad que Ernesto Diezmartinez haya anotado por ahí que Zalava tenga cierto aire de Canoa (1976), la película de Felipe Cazals sobre la trágica visita de unos estudiantes a una pequeña comunidad de Puebla dominada por el discurso anticomunista del sacerdote del lugar, quien ve en cada uno de ellos un soldado marxista listo para la transformación social. Las dinámicas del trabajo de Arsalan Amiri son similares, aunque nunca tan agudas como la incisiva mirada de Cazals.

Más que criticar cierta forma de ser del pueblo iraní, Amiri –quien comparte crédito de guión con Tahmineh Bahramalian e Ida Panahandeh– apunta a cómo en bola todos podemos ser víctimas de la superstición y la terquedad de romper con nuestras tradiciones. Ahí están esos personajes que en el punto más álgido de la historia señalan cómo son la única comunidad de la región que intenta resolver las “posesiones demoníacas” mediante disparos a las piernas o la manera en que un parto mal cuidado es convertido meses después en un relato más de demonios que alimenta el ciclo autodestructivo que viven.

En el episodio de Cursed Films (2020) dedicado a El Exorcista (The Exorcist, 1973), se aborda la manera en que las imágenes de la película cambiaron radicalmente la idea en sociedad de cómo luce un exorcismo, hasta imponerse en la conciencia social y ahora ser el “modelo a seguir” de aquellos que viven bajo la impresión de ser poseídos por un demonio. Como los habitantes de Zalava, nos es más sencillo unirnos a la corriente que cuestionarla.

  • Mad God | Dir. Phil Tippett

Claro que es más cómodo ver películas en casa, pero la sala oscura encuentra de vez en cuando el vehículo perfecto para recordarle al público la fuerza del cine en pantalla grande y las posibilidades de la experiencia. Sería imposible apreciar a totalidad los detalles y el oficio de Mad God (2021), primer largometraje del legendario animador Phil Tippett, de otra forma. En la oscuridad, no hay forma de evadir esta experiencia visceral.

La historia de esta animación inicia con la llegada de un explorador, El asesino, a un mundo violento, ilógico y en continua degradación. Intentar definir las acciones más allá de esa línea tal vez sea un despropósito, porque, como bien apuntó Jorge Grajales, Mad God funciona de manera similar a un cadáver exquisito, evadiendo en todo momento cualquier estructura narrativa. Su textura existe para generar pulsiones, un triunfo del oficio análogo del stop motion por sobre los píxeles digitales.

Su paisaje más que apocalíptico, remite a los primeros trabajos animados de David Lynch y las pesadillas de su Eraserhead (1977) o las sensaciones provocadas por un disco de música industrial con fuertes influencias del progresivo (¿alguien dijo Swans?). Incluso Mad God comparte más similitudes con algo como Qué duro ser un dios (Trudno byt bogom, 2013), el titánico testamento fílmico de Aleksey German, que el resto de la animación contemporánea, sobre todo la hollywoodense.

Ambas son películas avasalladoras sobre mundos putrefactos, colapsados, llenos de pus, lodo, moco, mierda y sangre. Un par de pesadillas inolvidables.

Por Rafael Paz (@pazespa)

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