Mantener la magia: ‘The Blob’ y el encanto del ridículo

Al igual que en la lucha libre o el teatro, parte del encanto de disfrutar de una representación, como lo son el cine de horror y la ciencia ficción, radica en “creer un poco la mentira”, mantener ese entendido generalizado de que lo que estamos viendo es “real”.

Cuando el director estadounidense Irvin Yeaworth filmó en 1958 la película The Blob (mejor conocida en México como La mancha voraz), yo creo que nunca pensó que el filme iba a trascender su propia filmografía (llena de películas moralistas y de orientación juvenil), que se le iba a considerar una de las grandes piezas del cine de horror/ciencia ficción y que iba a tener tal revuelo fuera de su país.

Pese a que Yeaworth renegó varias veces de haberla filmado, The Blob marcó la forma de hacer las películas de género con su argumento inicial: un alienígena amorfo llega en un meteorito a la Tierra para devorar a cuanto ser humano quedaba presa de su viscosa sustancia.

Pese a guardar la idea del horror de una invasión incontrolable que amenaza a la humanidad, The Blob capta en esencia a la sociedad estadounidense de finales de los 50 y principios de los 60; una sociedad que comenzaba a crecer con miedo, inocente en sus convenciones y que siempre se apoyaría en sus valores como país para salir avante de las catástrofes.

Vista a más de 50 años de distancia, The Blob luce inocua en comparación con las películas de horror que se filman de 20 años para acá; hoy en día, seguro lo que causa es una sonrisa involuntaria al ver cómo se filmaba el miedo a lo desconocido. Incluso hay varios factores que la hacen ver como una completa humorada, desde el sabroso tema que le da título, grabada por un grupo llamado The Five Blobs, y que tanto en los diálogos como en las actuaciones de sus personajes se mantiene un tono tontorrón y semicómico. No por nada su secuela de 1972, dirigida por Larry Hagman, Beware! The Blob pertenece más al género cómico que al de horror, y su remake de 1988 es un homenaje ridículo a lo que alguna vez causó miedo.

Seguro que en 1958 La mancha voraz causó más de un grito de jovencita aferrada al brazo de su novio; no por nada la película también ha sido una de las más exitosas en los autocinemas, y en buena medida la nostalgia de ver la inocencia del horror estadounidense de esa época se ha visto reflejada en los homenajes que le rinden a la película en su localidad natal, Phoenixville, Pennsylvania, en donde se ha celebrado el Blobfest.

El absurdo del filme tiene a un galán a punto de reventar en éxitos, Steve McQueen, y sostiene la idea de que son los jóvenes quienes van a salvar a una sociedad entera, ayudándose de los conocimientos del comportamiento de La Mancha. De alguna manera, la moral conservadora estadunidense está presente como aderezo que aniquila a la mancha que aumenta de tamaño conforme se va alimentando.

Para rara fortuna de las películas de bajo perfil que triunfaron, The Blob no sólo vale la pena para ver cómo sigue funcionando la fórmula del “todo era paz y tranquilidad hasta que…”, sino para entender cómo continúa en pie un género que desde el punto sociológico es la proyección de nuestros más profundos miedos como especie, y cómo culturalmente a veces la magia se mantiene viva al entrar a un juego en el que las cosas son reales, en el que nos dejaremos aterrar por algo que es probable que no suceda en el mundo lógico. La realidad nos ha mostrado que hay cosas de verdad más aterradoras y catastróficas; sin embargo, aún existe la fantasía, donde nos podemos reponer moralmente y pensar que es posible vencer a un ente en apariencia incontrolable.

Como colofón de fan, a The Blob se le ha homenajeado en dos ocasiones en The Simpsons, lo cual es sinónimo de graduación pop: si te homenajean en la famosa caricatura, seguro ya estás del otro lado en  cuanto a trascendencia cultural se refiere. También el musical original de Vaselina (Grease), de 1978, tiene partes que homenajean al filme, y en 2009, en la desastrosa película Monstruos vs Aliens existe un personaje llamado The Blob, que es precisamente viscoso y amorfo.

Reina de las películas de bajo presupuesto y horror de segunda calada, The Blob fue considerada para otro remake por parte del afamado Rob Zombie, quien, se anunció, iba a dirigir la cinta en 2010; sin embargo parece que el proyecto se cayó. Hubiera sido, de menos, morboso ver qué hacía el ex vocalista de White Zombie con una masa amorfa amenazante.

El ridículo y lo kitsch adquieren proporciones genuinas cuando uno va de la mano del absurdo, cuando se pone el chaleco de los personajes y cree en lo posible de los imposibles. En suma, no se puede hablar del género de horror y ciencia ficción si no se ha visto The Blob y se ha reído o angustiado al ver las contadas escenas en donde la tragedia sucede por no darle chance a nuestra incredulidad, lo cual puede ser todo un desastre para la especie humana.

Por Ricardo Pineda (@RAikA83)

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