Macabro | ‘From Beyond’: Las dimensiones de Lovecraft

El “cosmo” de maldad provocado por la presencia de monstruos supernaturales, violentos y pertenecientes a dimensiones desconocidas es un pedazo del legado de inspiración del escritor estadounidense H.P Lovecraft.

Desde Providence, Rhode Island, gestó gran cantidad de obras como La Llamada de Ctulhu (1926) e Historia del Necronomicrón (1927) a través del particular estilo de horror que le caracterizaba. Acompañadas por un onirismo tapizado de locura, acechante desde sus dimensiones y escondida en desconocidas tinieblas. La influencia del calificado “horror lovecraftiano” capaz de sembrar inquietud, miedo, insomnio y un severo cuestionamiento de la realidad se reflejó en las plumas de figuras literatas de Stephen King, William S. Burroughs y Neil Gaman y también en el formato cinematográfico.

Fanático de la obra de Lovecraft, el realizador Stuart Gordon encontró en el cine el vehículo idóneo para crear  Re-Animator (1985) un cómico relato horrífico de las páginas ofrecidas por el relato Herbert West: Reanimador (1922), identificable opera prima que consolidó un estatus de culto tanto a su figura como a posteriores filmes de la línea como Castle Freak (1993) y Dagon (2001).

From Beyond (1986) reafirmó su afición por la novela de horror. Durante el funcionamiento del “Resonador”, máquina que estimula la glándula pineal para abrir la mente a dimensiones superiores, el doctor Pretorius (Ted Sorel) fallece mientras observa extrañas criaturas. Su colega, el doctor Crawford Tillinghast (Jeffrey Combs, actor fetiche en la filmografía del realizador) es acusado erróneamente de su asesinato y la acumulación de sucesos lo orillará en volver al horror del laboratorio que guarda la investigación científica, en compañía de la doctora Katherine McMichaels (la scream queen Barbara Crampton) y el detective Bubba Brownlee (Ken Foree).

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Representante del old school del cine de terror de los años ochenta y basado en el relato homónimo publicado en 1934, Gordon reafirmó los rasgos que lo distinguirían dentro del género de terror: una estética visual y gráfica próxima a la serie B, el denominado body horror que cercena la anatomía humana en un tono grotesco de gore con el cual destaca el ente gelatinoso, alejados del convencional prototipo de fantasmas, asesinos seriales y zombies.

Si bien el exceso de sencillez en la adaptación y la intrascendencia de la connotación sexual son evidentes a lo largo de la trama, el realizador no escatima en sus recursos visuales. Capta en los semblantes de los convencionales personajes el miedo ante lo desconocido y recrea con efectividad tensión ante los sucesos, así como las dosis de maldad, la cambiante psicología humana y en su transformación mental ante la exposición del instrumento mortal. El respaldo del score de Richard Band a base de violines y trompetas realza la esencia del horror de la fuente literaria en la interacción entre demonios e investigadores, la incertidumbre ante paulatina pérdida de cordura en los pasillos del ala psiquiátrica y de los involucrados en la investigación.

Un incómodo, entretenido y trastornado viaje visceral a las fauces negativas de la ciencia y la existencia de dimensiones incomprensibles, malignos seres de poder que atestiguan la fragilidad de la mente humana. Con la firma de creatividad literaria de H.P Lovecraft y de la visión pesadillesca de Stuart Gordon. Un sobresalto de dimensión cósmica de culto.  

Por Mariana Fernández (@mariana_ferfab)

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