Macabro | ‘Daemonium’ y los ecos de la nostalgia

La XV edición de Macabro: Festival Internacional de Cine de Horror de la Ciudad de México abrió con la proyección de la cinta argentina Daemonium (2016), un homenaje al steampunk y en general al cine de bajo presupuesto de los años 80. Con doblaje mal sincronizado y toda la cosa. La película cuenta la lucha de dos facciones (una religiosa extremista y otra demoníaca) que luchan por el control del mundo. Es un universo lleno de villanos, ausente de cualquier lance de bondad. 

Dos de nuestros colaboradores discuten a continuación sobre la película.

Rafael Paz (@pazespa): El cine de género vive atrapado por la nostalgia. La prisión del fanático. Justo unos minutos antes del inicio de Daemonium, alguien se preguntaba si estábamos ante otra película latinoamericana (o de cualquier latitud) que tendría como eje las referencias a clásicos del género o apostaría por construir un discurso que trascendiera esa primera lectura.

Lo curioso del trabajo más reciente del argentino Pablo Parés (Santoro, Plaga zombie) es que existe en un limbo que lucha entre desarrollar un discurso y el puro recuerdo como reflejo condicionado (ese chiste sobre los Thundercats es de gente grande). Hay dos fuerzas al interior del guión que intentan luchar por imponerse, sin embargo, al final ninguna de las dos gana.

Me parece que la falla principal de la película es su guión. Las acciones inician cuando los personajes ya han establecido quiénes son, pero a nosotros nunca se nos muestra. Hay referencias por ahí sueltas, no obstante, es un universo que vive sin siquiera revelarse del todo. Es como llegar a mitad de la fiesta: claro, ya hay gente besándose y nunca sabremos por qué, sólo se nos pide aceptarlo como algo cotidiano.

Icnitl Y García (@Mariodelacerna): La nostalgia no como un maremágnum de recuerdos tiesos y pasivos, sino como una bocanada que trasciende la exageración sobre la exageración. Reconocer el pasado nunca ha sido la articulación de la novedad a priori, sino una relectura transgresora que si bien no llega a tan feliz momento, al menos sí logra una síntesis unitaria.

Coleccionador de citas, Pablo Parés no se toma en serio como un grandilocuente Tarantino o un Reygadas con el meñique levantado cuando bebe de su caguama. La virtud de Parés es que su articulación descansa en lo lúdico: chistes generacionales emanados de la cultura pop. El director argentino engulló gran parte de la ciencia ficción, mitología, misticismo, demonología, y cábala cinematográfica y literaria para escupirla como la ruptura de los vasos comunicantes de la teoría luriana.

Llegar a la fiesta cuando comienza la desinhibición, cuando no hay que escuchar dos horas a individuos en los que no tenemos ningún interés. Actualizarse, porque eso exige cualquier arte: un espectador activo que haga las veces de detective, que llegue a desarticular los discursos preconcebidos.

@pazespa: Entrarle al juego resulta bastante divertido. A ratos, cuando los chistes caen en el punto exacto. Buscar la referencia, acordarse del cine viejo, del VHS a punto de borrarse o del VCD rayado que compraste en El Chopo a precio exorbitante (porque es piratería). Sin embargo, el cine de género ha vivido los últimos años de esa misma cosecha. Como dices, ya ni los filosos diálogos de Tarantino lo salvan de caer en ese loop referencial.

Para no ir más lejos. Por nuestras pantallas pasó Videoclub (donde unos zombies atacaban un metareferencial videoclub) o Turbo Kid, que participan de un juego similar. Hasta México Bárbaro tenía cierto aire de recapitulación nostálgica en varios de sus segmentos. Parés se está divirtiendo, se nota, pero no sé si el juego resulte del todo efectivo. Es un proyecto que no va a ningún lado por culpa del guión.

Por ahí hay intención de jugar en la misma cancha del desparpajo en la que explota Tokyo Gore Police (2008), de Yoshihiro Nishimura, pero el realizador argentino no cuenta con la habilidad anárquica de su contraparte japonesa para elevar el nivel de locura con el pasar de los minutos. El camino de Parés luce demasiado transitado y nada propositivo cuando se amplía su contexto. Hay nombres, claves, puertas que se entreabren, pero sólo eso.

@MariodelacernaComo un deck de tarot, la película introduce personajes que no necesitan más referencias que las simbólicas: el mago, el demonio, el juez, el arcángel, el dios… Hablar de Cábala, demonología, filosofía renacentista, teorías conspiracionistas y ciencia ficción como si fuera un diálogo entre Gokú y Vegeta a punto de destruir un planeta (columna vertebral en el argumento de Parés: la batalla por el dominio de la Tierra), es una tarea que necesita no sólo el conocimiento, sino la capacidad de síntesis.

No hay necesidad de proponer toda un sistema epistémico y ontológico como en la trilogía de Matrix, ni una estética punk a la Mad Max o mundos postapocalípticos como Ergo Proxy: la simbología permanece en el inconsciente para desarrollarla con nuestros intereses. Si Parés fuera un personaje de su mismo imaginario híbrido sería el cerrajero: la pelea decisiva de Neo hubiera sido imposible sin la llave que abre horizontes.

@pazespa: Entonces, no hay más. Que el repetitivo eco de la nostalgia perdure.

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