Macabro | ‘Condado macabro’ y las caipiriñas derramadas

Los que no recuerdan las viejas películas están condenados a ver remakes
Cabrera Infante

Es conocida por todos la cinefilia(fagia) que Quentin Tarantino desarrolló desde adolescente. Las películas de serie B y de menor presupuesto deslumbraron la retina del director-homenaje; las referencias en sus películas van desde vestuario y nombres hasta secuencias completas. Condado macabro (Marcos DeBrito, André de Campos Mello, 2015) es un híbrido de referencias, estilos y formatos que narra la historia de un grupo de jóvenes que son asesinados en una casa que rentaron para pasar el fin de semana.

La película abre con un interrogatorio a un payaso sospechoso del asesinato; la sangre en sus manos y su rostro acentúa la teoría del espectador; sin embargo el payaso “Cangrejo” (un multifacético Francisco Gaspar), displicente y altanero, defiende su inocencia frente al investigador  de la policía Moreira (de eterna ronquera Paulo Vespúcio). La narración tripartida intercala espacios y temporalidades para darnos un cuadro completo. Un grupo de cinco muchachos ha rentado una casa en provincia para pasar el fin de semana:  Theo, el tipo-bien-así-ya-sabes lento y medio torpe con las chicas; Mari, la hermana protegida de Theo; Beto, el tipo imbécil y pesado que usa jerseys de fútbol (acierto de vestuario con la del Boca Jr.); Lena, la rubia sexy que quiere comerse al buen dios chino y mojigato y Vanessa, la quinta en discordia (en todos los sentidos).  El grupo de muchachos se encuentra con “Bola 8”, el payaso-pareja de “Cangrejo”, en la carretera; después de la broma de rigor de Beto, le dan un  aventón al pueblo. Los dos payasos callejeros, malos para los chistes, deciden robar a los jóvenes recién llegados.

La narración es interrumpida por una secuencia que bebe de la plástica y torcidez de Leatherface (The Texas Chain Saw Masacre, Tobe Hooper, 1974). Un enorme carnicero con cabeza de cerdo cercena cuerpos de porcinos en un establo; su acompañante fémina entra a cuadro cuando se coloca una máscara que hace guiños a una de las últimas películas de terror occidental mejor logradas: Saw (James Wan, 2004). Las claves están expuestas antes que la sangre comience a correr.

Uno de los diálogos entre Beto y Theo hace referencia a The Devil’s Rejects (Rob Zombie, 2005) para hacer patente que el terror no tiene que ser necesariamente asqueroso, afirmación que el propio filme negará en una de las pocas secuencias logradas, cuando Beto se vuelve una máquina infinita de arcadas. Influenciado por las películas de serie B, el filme no deja atrás los cuerpos descubiertos y embarrados de fluidos; bikinis al sol, escotes pronunciados, caipiriñas y música tropical: “canciones que hace romántico el amor rentado”. Para filmar algunas escenas donde la sangre corre, el tándem brasileño recurre a una textura distinta a la generalidad de la película; 35 mm y super 8 son empleados para ocultar la especificidad de lo digital.

El filme de DeBrito y Campos Mello es un collage nítido que poco pide al espectador, más cargado a lo irrisorio que al terror o a la locura. Escenas forzadas que pierden sustento en el cuerpo total y nos recuerdan más a Mortal Kombat que a una pesadilla densa, oscura y de mandíbulas apretadas.

Por Icnitl Y García (@Mariodelacerna)

Toda nuestra cobertura del décimo cuarto Macabro FICH.

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