50 años después de la muerte de Aleister Crowley, en Cambridge, prestigiosa universidad de Inglaterra, se lleva a cabo un proyecto que intenta llevar a la conciencia humana a transitar libremente por una realidad virtual. Sin embargo, este proyecto será saboteado por el profesor Haddo (Simon Callow) y su fiel ayudante Víctor (Jud Charlton); pues ellos utilizaran el aparato para traer del más allá al fallecido mago. Ya resucitado, e instalado en el cuerpo y alma del profesor, buscará llevar a cabo su boda química (Chemical Wedding) ritual asexual para efectuar la concepción inmaculada del próximo profeta; la damisela en peligro será Lia Robbinson (Lucy Cudden) reportera del periódico escolar. Mientras, un profesor venido desde Norteamérica, Joshua Mathers (Kal Weber), utilizará sus conocimientos en historia, cibernética, ocultismo y seducción de alumnas para evitar a toda costa los planes malévolos del demoniaco resucitado.
Una particularidad es la que le da a Chemical Weddng (Julian Doyle, 2008) su sazón; fue escrita, producida, musicalizada y hay quien dice que hasta co-dirigida, por Bruce Dickinson, vocalista de Iron Maiden. Fanático del ocultismo e historiador en sus ratos libres. Dickinson construye la historia a partir de su vasto conocimiento en cuanto a la vida y enseñanza de Crowley, por lo que muchas de las escenas se centran en ilustrar al espectador; con diálogos que rezan las enseñanzas del fallecido personaje, así como datos curiosos y biográficos. Más a allá de eso, la cinta no funciona, es predecible, lenta y simple.
La película fue estrenada en salas de cine, utilizando la fama del mencionado músico para llamar a los fans a ocupar las butacas, pero su estética y ritmo parecen los de una cinta para la televisión. Hay momentos en los que la trama salta de un punto a otro, forzando la condición elíptica del tiempo, pareciendo un corte, y regreso a comerciales. Las actuaciones, aunque poco pecaminosas, no brillan por su calidad, son más bien cumplidoras; así como todo lo que rodea a la cinta, nada hay que no se haya visto antes, y no se pueda hacer mejor.
Además del rock, o el heavy metal en este caso, el sexo vende. La historia se centra en el ritual pagano que ha dado origen a una gran cantidad de seres mitológicos, en casi todas las culturas, el de la inmaculada concepción. El rencarnado Aleister Crowley busca perpetuar su estirpe por medio de este ritual. Rito sexual, aunque asexuado, para el que son necesarios los servicios de una mujer pelirroja, que claro, llegué por su propia voluntad. Es por este motivo que el reviniente utiliza sus artimañas mágicas, no sólo para atraer a la curiosa damisela a sus aposentos, sino para lograr aliados y obstaculizar a sus detractores; ¿cuáles son estos medios? Los infatigables desnudos de las actrices que no van más allá de un personaje terciario, y las sesiones orgiásticas que mitifican al hechicero. Todo gira en torno al sexo, aunque sea velado. Es más, sin mayores aspavientos, los protagonistas, y futuros héroes de la trama, terminan en la cama apenas se conocen, es necesario que haya un vínculo infranqueable entre ellos, y que mejor manera de conseguirlo.
La magia es otro de los temas en los que gira el argumento. La magia, como el arcano desperdicio de la sabiduría, la magia confrontada con la ciencia, pero, a final de cuentas, la magia como elemento natural de la tierra. Y también la ciencia, como magia moderna, como nueva portadora de esperanzas y misterios. Así una y otra se enfrentan. Con teorías populares, y hasta cierto punto “complejas”, como la paradoja del gato de Schrödinger o la teoría del multiverso, se intenta ensalzar al conocimiento científico del ser humano sobre la vieja alquimia; la manera de derrocar a los magos es por la vía de la física. Pero no hay que olvidar que esa materia se dedica a describir la naturaleza (como en sus clases de la secundaria) y en la natura vive la magia; entonces en cada uno de estos planos, universos, o posibilidades matemáticas habitará la una o la otra; o tal vez, a final de cuentas ciencia y magia sean la misma cosa.
Una cinta metalera, a pesar de la poca música del género que la acompaña, pero que lo explota de manera adecuada (es inevitable sonreír con Can I play with madness?). Cinta de la vieja escuela, con desnudos gratuitos, monstruos fétidos y fórmula gastada. Chemical Wedding brilla más por su ausencia, que por la presencia de los nombres injertados en su guion. Se acabó la magia.
Por Ali López (@al_lee1)