‘Los juicios de Muhammad Ali’, in memoriam

La década de los sesenta fue un periodo de transición en el  ámbito político y social en Europa primero y, posteriormente, en América. La ebullición del pensamiento crítico y analítico permitió el desenvolvimiento de movimientos sociales que dejaron una huella permanente en los distintos ámbitos de acción. El cine independiente norteamericano (John Cassavetes), la experimentación psicodélica (Aldous Huxley, Timothy Leary), la música (el festival de Woodstock), el Mayo francés (1968), la oposición a la Guerra de Vietnam y el movimiento estudiantil de México en 1968, son referentes muy claros de una transgresión en el pensamiento y la acción.

Muhammad Ali (aún con el nombre de Classius Clay) gana el oro en los Juegos Olímpicos de Roma de 1960 a la edad de dieciocho años. El Louisville Sponsoring Group busca a Ali para  hacerse cargo de su carrera; once hombres de negocios abriendo el mundo del box a través de los contratos. A partir del triunfo olímpico y aún como amateur, Clay se vuelve una figura mediática por sus constantes declaraciones y la completa confianza en llegar a ser campeón mundial antes de los veintiún años. En Los juicios de Muhammad Ali (The Trials of Muhammad Ali, 2013), Bill Siegel profundiza en el subtexto de la vida de Ali, haciendo un mapa de las condiciones en las que el gran peso pesado se encontraba en sus mejores años como boxeador. El montaje, a pesar de no salirse de una narrativa tradicional (entrevistas-material de archivo-entrevistas) y apostar por la convención y linealidad que se acerca mucho al documental de televisión, articula en el guión un contenido  que logra equilibrar la pasividad técnica.  

El tercer documental  de Siegel asume la importancia de la carrera pugilística de Ali, en ningún momento pone en tela de juicio sus piernas, espejo de sus brazos, ni su cintura prodigiosa, ni las saetas rojas de sus guantes. Siegel se abre paso para desmantelar el activismo político de Muhammad Ali desde diversos interlocutores, un diálogo invisible que se construye a partir de la edición. Rahaman Ali, hermano y soporte del alguna vez Clay; Gordon B. Davidson, último sobreviviente del Louisville Sponsoring Group; Louis Farrakhan, ministro de la Nación del Islam; Khalilah Ali ex esposa del campeón de peso completo; deportistas, familiares y religiosos son conjugados en un mosaico que narra el devenir de la cultura política de “The Greatest”.

El recorrido narrativo inicia desde el acercamiento a la Nación del Islam (representada en aquellos años por Elijah Muhammad, un líder religioso que apostaba por el separatismo, el dogmatismo y la superioridad de la raza negra) por medio de una canción y su posterior incorporación a la religión por un vínculo sólido con Malcolm X. Clay pelea por el título con Sonny Liston en 1964, derrotándolo por KO técnico en el séptimo round. Después de su victoria, hizo público su culto a la Nación Islámica; con un discurso más emotivo que coherente, más pasional que crítico, Ali comienza su papel de portavoz (no sólo en Estados Unidos, sino en África y Medio Oriente) de la religión que no puede ni debe asumir el discurso blanco: “White man heaven is a black man hell”; si la raza negra no cabe en el discurso, entonces se tendrá que acudir al propio imaginario: “Create your own mythology”.

Después de la victoria sobre Patherson y Terrel, la negativa para ir como recluta a la Guerra de Vietnam con un discurso mucho más maduro pero sin dejar de idolatrar dogmáticamente la figura de Elijah Muhammad, lo colocan a unos pasos de la cárcel y sin título mundial. Malcolm X, Muhammad Ali y Martin Luther King suben la guardia cada quien desde la palabra, la conciencia y la negativa a la guerra: paradigmas y puntos de quiebre en la historia de los Estados Unidos, críticos de una nacionalismo absurdo y mal entendido y defensores de los derechos civiles.

El planteamiento de Siegel deja apreciar nítidamente una evolución en el pensamiento de Ali con respecto a su primer acercamiento a la Nación del Islam. La separación de Malcolm X por diferencias con un intransigente y por momentos irrisorio Elija Muhammad y la ecuanimidad y vanguardia de Martin Luther King. Tuvieron que pasar más de tres años donde hubieron asesinatos que tocaron los nervios de la sociedad civil y movilizaron a la masas para que Ali pudiera volver a boxear en el ring, haciendo de sus guantes un manifiesto político, manifiesto que aún pudimos leer hasta ayer en la madrugada, en el último canto de los riñones.

Por Icnitl Y García (@Mariodelacerna)

    Related Posts

    Opulencia deportiva a 24: Los Juegos Olímpicos en el cine