‘Los Cachorros’: ¿Una mascotita?

Una escuela para varones, la dureza de la infancia, niños crueles de la Condesa y anexas, perros bravos y traumas de infancia. Entre toda la gama de películas mexicanas que se filmaron en los 70, muchas quedan para el sepulcro, es abundante el cine de ficheras y dramas de barrio. Pero aquellos que iban empujando “El Nuevo Cine Mexicano” seguían haciendo cosas interesantes, sin embargo a la larga no supieron aguantar los embates del tiempo y quedaron prácticamente en el anonimato.

Afortunadamente no pasa así con Los Cachorros de Jorge Fons (1971), que se puede conseguir aún por la módica cantidad de 50 pesitos. La película es un drama sólido basado en la novela del mismo nombre de Vargas Llosa, a quien, dicho sea de paso, creo que tolero más en la pantalla grande que en sus libros.

Cuéllar es un niño que entra a una escuela de abolengo para varones. Todo era crueldad y felicidad infantil hasta que “Judas”, un perro del colegio, ataca a Cuéllar, despojándolo de su miembro sexual para siempre.

A partir del suceso, Cuéllar se tiene que enfrentar con la pila de la banda, que no para de cargarle carrilla. Con el paso de los años, Cuéllar, ahora interpretado por un José Alonso en su mejor forma, parece haber superado “aquello”, hasta el apodo a sus espaldas de “El Pijita”.

Pero el fantasma de “aquello” sigue estando presente en la vida de Cuéllar, quien tiene que enfrentarse abiertamente a la imposibilidad del deseo, que es el eje de su tormento.

Alguna vez Vargas Llosa dijo que le había gustado el filme, salvo que creía que Fons había recargado mucho al personaje principal, siendo que había elementos de grupo que valía la pena mencionar, algo que creo que sí sucede en la adaptación de La Ciudad y los Perros.

Fons contestó el comentario argumentando que a él, la cuestión de grupo no le interesaba para nada y  que por eso en la película optó por enfrentar al protagonista hasta sus límites de la impotencia. Un accidente biológico que marca la vida para siempre, pero también hay en Los Cachorros un guiño al sometimiento de los grupos, la presión social que ejercen “los amigos” y las instituciones.

Pepe Alonso comienza a dar atisbos de su histrionismo en películas como ésta, que junto a Helena Rojo y Carmen Montejo hacen de Los Cachorros una película sencilla, sí, pero que en potencia atisba la creación de historias con unidad y buena factura, que dio pie a otras quizás más memorables, pero no tan fresca como ésta.

La chaviza es cruel, y más cuando los chavos de clase media acomodada se “quieren” entre sí. Para esos amigos, mejor me compro un perro, dirán muchos de los que llevan a pasear a su mascota al Parque México, pero para “Pinguita” las opciones se reducen terriblemente. A veces hay traumas que pesan más que la cábula de la pandilla, y son el mejor amigo del hombre.

¿Hasta dónde nos podemos destruir por amor o por la ausencia del mismo? Ésa es quizás la premisa que le da a Los Cachorros el toque interesante de una historia cruel que confronta la crueldad humana, en un halo de melancolía y desolación muy sutil e interesante.

Por Ricardo Pineda (@RAikA83)

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