Los Cabos | Lo hicimos por el rock ‘n’ roll

En el documental Supersonic, a los hermanos Gallagher se les escucha discutir sobre qué es más importante para una banda de rock ‘n’ roll, si la música como tal o bien, la mitología que se crea a su alrededor. Aunque Noel alegaba en pro del material artístico, mientras que Liam disfrutaba las noticias que los hacían ver como los hooligans del rock, la realidad es que es justo la fusión y el balance de ambas vertientes lo que hace a una agrupación trascender y dejar huella en la historia.

La trama de Lords of Chaos, el trabajo más reciente del sueco Jonas Åkerlund (responsable de la joya infravalorada Adicción), empieza con un grupo de adolescentes de Oslo, Noruega, liderados por el guitarrista y narrador del filme Euronymous (Roy Culkin), con un interés por tocar black metal de verdad, pero pronto comenzamos a atestiguar que la infame fama de Mayhem fue más allá de la música en cuestión.

Que un joven sueco con tendencias autodestructivas (Dead, interpretado por Jack Kilmer) responda a la búsqueda del grupo por un nuevo vocalista mandándoles un sobre con un casete acompañado de un ratón real crucificado, se convertirá en apenas una pequeña indicación de que estos chicos escandinavos estaban a punto de llevar a otro nivel su firmeza por no ser posers y desarrollar el verdadero black metal noruego. Es precisamente la primera actuación pública, ya con Dead como cantante, cuando Mayhem comenzó a influenciar al resto de la comunidad, entre ellos un fan de Scorpions (una banda demasiado suave para sus estándares) proveniente de otra ciudad noruega (Emory Cohen como Varg), dándoles un paquete completo de música y show (i.e. Dead cortándose los brazos) difícil de olvidar; asimismo, el eventual suicidio de Dead funge como un punto sin retorno, cuando al descubrir el cadáver, Euronymous decide no llamar de inmediato a las autoridades, tomar una foto y, consecuentemente, cimentar la enfermiza mitología alrededor del black metal de su país.

Basada en el libro periodístico Lords of Chaos: The Bloody Rise of the Satanic Metal Underground y en un montón de “mentiras” como se lee al inicio, la película de Åkerlund tiene temas mórbidos, crueldad animal, quema de iglesias, misoginia, y ciertamente brutales secuencias de asesinatos, sin embargo, equivalente a lo que hizo Trainspotting, de Danny Boyle, con sus jóvenes drogadictos escoceses o Buenos muchachosde Martin Scorsese, con sus criminales italoamericanos, Lords of Chaos tiene un ritmo increíblemente ágil, un protagonista/narrador inevitablemente carismático (Euronymous), y un maravilloso y negrísimo sentido del humor. Ésta es, al final, la historia coming-of-age, o mejor dicho coming-of-death, de un grupo de chicos privilegiados (en un punto Euronymous establece una tienda de discos y una disquera con la ayuda de su familia) que, en una vorágine de locura pero también de una clásica lucha de egos y de contradicciones típicas de la inmadurez (en una escena clave el primer adulto que confronta a Varg, un periodista, no logra entender que se jacte de ser ¡satanista, pagano y al mismo tiempo nazi!), hicieron realidad lo que debió permanecer como una terrorífica leyenda para acompañar su trabajo musical.

Al igual que Lords of Chaos, en el Festival Internacional de Cine de Los Cabos se presentó el filme Leto, de Kirill Serebrennikov, como parte de la sección B Side, dedicada a la música y sus creadores. De igual forma basada tanto en algunos personajes reales como en muchas mentiras, Leto nos lleva a la Unión Soviética de los años ochenta y sigue a un grupo de jóvenes en Leningrado que, influenciados por la música foránea, tratan de construir su propia escena. Al centro están el cantante y guitarrista Mayk Naumenko (Roman Bilyk) y su esposa Natasha (Irina Starshenbaum), quienes eventualmente conocen al talentoso músico emergente con rasgos asiáticos Viktor Tsoy (Teo Yoo), para protagonizar una historia con tintes románticos.

Sin duda Leto resulta muy valiosa como mera introducción a la música de Tosy y Naumenko, para quienes aún no los teníamos en el radar, pero también por otras cuestiones de estilo y temática. Leto no sólo cuenta con un narrador que rompe la cuarta pared para avisarnos constantemente que lo que acabamos de ver en realidad nunca sucedió, sino que vibra con momentos netamente visuales y musicales para darle peso a los ritmos que influenciaron a la juventud soviética en esa época, por ejemplo Psycho Killer, de Talking Heads; The Passenger, Iggy Pop; Perfect Day, Lou Reed; y All the Young Dudes, escrita por David Bowie.

Estos “videos musicales” dentro de la película son irresistibles, aunque quizá el más significativo es cuando Serebrennikov se imagina lo que hubiese sido un concierto de rock con guitarras eléctricas y el público completamente alocado en una Unión Soviética por demás reprimida. Leto es única cuando expone a los talentosos jóvenes músicos afectados por su contexto, en un tiempo en el que de pronto podían ser reclutados para el ejercito o eran obligados a someter las letras de sus canciones para que la gente encargada dictara si era o no posible que las interpretaran en público (sólo se ocupaban temas que tuvieran una relevancia sociopolítica). Valiosos músicos bajo el yugo que los hacia ver de lejos a las estrellas de rock ’n’ roll que tanto admiraban… “¿qué le vamos a poder ofrecer a los ingleses o americanos cuando ya han escuchado a los Beatles, los Rolling Stones o los Doors?”.

Por Eric Ortiz (@EricOrtizG)

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