‘Lo más sencillo es complicarlo todo’ y el banal romance

La inspiración de un artista se desarrolla no únicamente con la ejecución de una idea personal, sino, también, de la apreciación y admiración de trabajos de otros colegas que le precedieron en tiempo y forma. En ocasiones, el tributo de cintas clásicas que trascendieron por la ejecución de su mensaje se presenta en posteriores trabajos de forma sutil que buscan rendir un homenaje o se transforman en descolocaciones creativas que desbaratan el producto final.

Lo más sencillo es complicarlo todo (2018) pertenece a la gran ola de cintas de comedia romántica que el cine mexicano ha producido con ímpetu monetario en los últimos años, aplicando la mencionada pretensión de tributos con un personaje banal que nunca profundiza en la razón de su pasión por el quehacer cinematográfico y con varias e irrelevantes referencias de cintas calificadas como clásicas, emulando, sin éxito, al romance de ensueño en Titanic (1997) y la provocación onírica de Belleza americana (American Beauty, 1999).

A su vez, la cinta del realizador René Bueno peca de falta de originalidad en la típica odisea de “amor imposible” (con todo y diferencia de edades incluida) y resalta una perspectiva adolescente que raya en la banalidad. Durante unas vacaciones en la playa, Renata (Danna Paola), hará todo lo posible para separar a Leonardo (Alosian Vivancos), el objeto de su afecto, de su despampanante novia Susana (Marjorie de Sousa), a costa de lo que sea, sin miramientos ni concesiones.

Bueno retoma una gastada premisa ejecutada con la similitud de los malos recursos empleados por la mayor parte de los productos de la televisión mexicana: personajes planos, locaciones dignas de risible propaganda turística, ideas inconclusas, ausencia de chispa en su comedia, el mal ejecutado rompimiento de la cuarta pared, escenarios sacados de la dimensión de La Rosa de Guadalupe, actuaciones acartonadas y clichés cansinos de los estereotipos sociales.

Lo más sencillo es complicarlo todo es una olvidable comedia romántica, una más en la lista de las últimas cintas mexicanas del género que, como su título infiere, de manera irónica, termina convirtiéndose en una risible complicación creativa conformada por malas imitaciones cinematográficas y cayendo en el fango de la telenovela de adolescentes disfrazada de película.

El chiste se cuenta solo.

Por Mariana Fernández (@mariana_ferfab)

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