En el botadero la encuentras como: Liz & Dick
Pregunta por ella así: ¿Tiene la secuela de Juego de Gemelas? o pídela en cada edición del Libro Semanal con tu voceador.
Valor Agregado: Aparición de Charles Shaughnessy (Sr. Sheffield de La Niñera) y una colección de pelucas dignas de una drag queen de Insurgentes.
El paria mediático es propio de cada era, la sociedad y las elocuentes y elegantes revistas de chismes y tabloides desde The Sun hasta el OOOrale! Requieren una sana dosis de entrepiernas difuminadas, la realeza enseñando la raya del trasero en lujosos yates o ‘distinguidas’ celebridades con la panza de fuera, sudor en las axilas, acné y caries. Nos encanta la alabanza de estos dioses del tabloide, pero su caída a través de su humanización resulta en el más degradante placer. Así como en la caída de los dioses retratada por maestros como Luchino Visconti o Robert Aldrich, cuando nos adentramos en la decadencia de las ‘estrellas’, somos testigos de un mundo artificialmente fascinante, de la misma manera que no podemos evitar mirar un perro haciendo del baño.
Liz Taylor, por su parte, y de una manera similar a la de Lohan, comenzó su carrera en Hollywood desde pequeña, ascendió con velocidad en el precoz star system de los años 50 y gradualmente fue haciendo de ella misma un lustroso chiste ambulante. Pero a diferencia de Lohan, Taylor se consagró como actriz ganando dos Oscares y el respeto de sus pares en la industria. Lo único de lo que Lohan puede presumir frente a Taylor es no haberse casado y tener una cuenta de Twitter. Sin embargo, Lohan siente el papel y lo interpreta con ridícula convicción, nunca pudiendo deshacerse de su nasalmente infantil timbre de voz y creyendo que una serie de pelucas sacadas de la tienda del Mago Frank y un par de pupilentes la convierten en la Taylor. Michael Jackson o hasta Charlie Sheen hubieran resultado más convincentes.
La película recuerda e involuntariamente emula a clásicos del trash biopic, como Mommie Dearest con la inmortal interpretación de Faye Dunaway o la película para TV de la vida de Dennis Rodman. El sello Lifetime se respira en cada insípido cuadro de la cinta, cuyos exteriores son notoriamente generados por computadora, ni los del Chapulín Colorado se notaban tan falsos. Mención aparte merece el tratamiento Actor’s Studio en el que Lohan y Grant Bowler discuten pasajes de la vida de Taylor y Burton además del guión que parece haber sido escrito por un practicante de la revista Caras o TV y Novelas.
La oportunidad camaleónica que tiene Lohan para transformarse en Liz Taylor en diferentes épocas resulta un ejercicio de sana y sádica burla a la pobreza de la producción. La ‘Cleopatra’ de Lohan se asemeja más a un travesti disfrazado de Rick James (el de Superfreak) que a la vana majestuosidad de la original. A su ‘Martha’ de Who’s afraid of Virginia Woolf?, la adelgaza y le pone unos hot pants mientras que el cambio más hilarante resulta de la Taylor vieja con una peluquita punk que curiosamente la hace ver más joven (no se le veía tan fresca desde The Parent Trap). Cada oportunidad de hacer un cambio, cada oportunidad de mejorar su interpretación con una peluca diferente es arruinada por la complacencia histriónica de Lohan, que hace lucir a Kristen Stewart como Meryl Streep.
Las historias que cubre Liz y Dick comienzan durante el rodaje de Cleopatra y terminan con el funeral de Richard Burton. La cinta se regodea en los breves pero febriles acostones de la célebre pareja, su luna de miel en Puerto Vallarta, sus varios matrimonios, la frustración de Burton al perder el Oscar ante Lee Marvin y luego ante Paul Scofield, las adaptaciones de Shakespeare de Burton, Lohan gritando “I´m bored” y al señor Scheffield (Charles Shaughnessy) de La Niñera maldiciendo a Taylor como a la Nana Fine.
Las historias que quedaron fuera, sin embargo, resultan un dechado de oportunidades perdidas. Hay millares de celebridades que quedaron fuera de ser mencionadas o representadas mediante cameos, la amistad de Taylor con Michael Jackson, su participación en Los Picapiedra, el mamaseo colectivo hecho a Taylor y Burton en el aeropuerto de la Ciudad de México y la terrible afición de Lindsay Lohan a la pornografía con discapacitados (no es cierto…pero sería una gran portada).
Liz y Dick no representa más que un mediocre ejercicio en el que Lohan busca hacer que la audiencia vea su alma, el sufrimiento de una estrella del tabloide a través del legado de una gran actriz que poco a poco fue perdiendo el juicio. Taylor era amante de los diamantes porque estos brillan independientemente de lo que pase. Lohan quiere ser Liz Taylor y ella quería ser un diamante, pero un diamante no compra la elegancia, así como ‘interpretar’ una leyenda, no te convierte en una.
P.D. Grant Bowler hace una muy buena imitación de Richard Burton.
Por JJ Negrete (@jjnegretec)