‘Las aventuras de Priscilla’: Drag Queens en road trip

El espacio cinematográfico ha dado cabida a historias sobre identidad transgénero desde la conservadora década de los años 50, con cintas como la visión de Ed Wood sobre el travestismo en Glen or Glenda (1953) y las peripecias de Tony Curtis y Jack Lemmon como una dupla de amigos que huyen de unos mafiosos tras atestiguar un asesinato en Una Eva y dos Adanes (Some Like It Hot, 1959).

Gracias a esta pequeña apertura, y pasando por “travestimos forzados” representados en un problemático actor que se disfraza de actriz de televisión en Tootsie (1982), y de una desempleada cantante de ópera en la Francia de los 30 que se hace pasar por hombre en Victor Victoria (1982), la temática gay adquirió mayor boom en la audiencia durante la década de los 90 con más cintas al respecto, siendo una de ellas Las aventuras de Priscilla, Reina del Desierto (The Adventures of Priscilla, Queen of the Desert, 1994).

Un viaje lavanda en medio del desierto de Australia

Tick (Hugo Weaving) es un drag queen conocido en el show business como Mitzi, quien acepta realizar una presentación en un prestigiado hotel-casino de un pueblo en Australia como favor a su amiga Marion (Sarah Chadwick). Acompañado por sus compañeros de interpretación, Adam, alias Felicia (Guy Pearce), y la veterana transexual Bernadette (Terence Stamp), se embarcan en el viaje en el autobús bautizado como “Priscilla, Reina del Desierto” a través del árido desierto australiano.

Entre colorido carisma y rechazo social

En comparación con otras películas dramáticas sobre drag queens, como Desayuno en Plutón (Breakfast on Pluto, 2005), Las Aventuras de Priscilla se inclina más hacia la comedia. Escrita y dirigida por Stephan Elliott, recrea la historia de tres hombres que se ganan la vida a través del performance y que, a su vez, se enfrentan de paso la homofobia por parte de herméticos ciudadanos (cuando el trío halla su autobús pintado de amenazas) y, en otros casos, la incomprensión hacia su estilo de vida. Todo ello en medio del desierto, el solitario cómplice que representa, en algunos casos, la adversidad.

Estos últimos aspectos son aligerados en su tratamiento (que la distingue de varios filmes de temática similar), sin dejar de percibirse realistas, sin retratar al estereotipo gay como una disfuncional caricatura y sin ridiculizarlo. Tick, Adam y Bernadette atraviesan por un desarrollo humano y emocional, cada uno enfrentándose en diversas situaciones que los obligan a crecer como personajes. El primero (quien está casado en secreto con Marion), en su consternación por un posible rechazo de su hijo; el segundo, al enfrentarse a un agresivo grupo homofóbico que amenaza con despedazarlo, y el tercero, una mordaz transexual cansada de su trabajo que intenta creer en el cambio. Lo mismo ocurre con Bob (Bill Hunter), un mecánico que se une a la excéntrica travesía y que respeta a la comunidad gay.

Entre tintes de observación a los prejuicios sociales, la convivencia entre minorías (en la que aparece también un grupo aborigen que baila con Tick y compañía en una fiesta), la aceptación, las referencias musicales y la maduración emocional, Las Aventuras de Priscilla cuenta también con memorables parlamentos (como la interacción entre la alegre Felicia y la malhumorada Bernadette) y resalta la defensa de sus protagonistas en sus derechos para convivir con libertad, destacando el momento en que Bernadette, literalmente, pone en su lugar a una homofóbica que intenta correrlos de un bar.

Cultura pop, brillosos vestidos y ópera sobre un autobús

El performance musical es imprescindible para el road trip en lavanda. Su ameno soundtrack acompaña a los protagonistas en maquillaje, lip-synching y en el baile de sus shows y, también dan el toque pintoresco a la historia, desfilando en el parade, Village People, Alicia Bridges, el himno disco de Gloria Gaynor I Will Survive, Cece Paniston con la música dance en Finally, y Abba, con Mamma Mia.

El colorido y elaborado vestuario (ganador del Óscar en 1995) remarca la extravagancia no sólo en el modus vivendi del drag queen, sino también en la propia odisea, cuando Felicia intenta recrear en un deslumbrante traje plateado (con su estilo flamboyant) sobre el camión en el que viajan un extracto del aria final del primer acto de La Traviata: Sempre Libera, buscando emular a Violetta Valerý, la cortesana de la obra de Verdi.

Posteriormente, bajo diferentes premisas y diferentes contextos, otras cintas congéneres hicieron lo propio en el cabaret y el musical, entre ellas la búsqueda de la fama de un artista transexual junto a su banda de rock en Hedwig and the Angry Inch (2001) y la reinvención del dueño de una fábrica de zapatos con ayuda de un drag queen en Kinky Boots (2005).

El culto a una modesta cinta australiana

La cinta de Stephan Elliot se convirtió en una de las obras de culto más prominentes de Australia en la década de los 90; representó uno de los primeros trabajos conocidos a nivel internacional de Hugo Weaving y Guy Pearce, y el inglés Terence Stamp (a quien usualmente se le relaciona como villano por su profunda voz) demostró su versatilidad al interpretar a Bernadette.

Además de la travesía de Tick, Adam y Bernadette, otras cintas indie lograron que los cinéfilos miraran hacia tierras australianas, siendo el caso de la búsqueda del matrimonio de una mujer sin suerte en La boda de Muriel (Muriel´s Wedding, 1994), un atractivo concurso de baile en Strictly Ballroom (1992) y el drama familiar de Sweetie (1988), estas últimas dos tratándose de las óperas primas de Baz Luhrmann y Jane Campion, respectivamente.

Así, Las aventuras de Priscilla: Reina del Desierto es una de las películas con mayor referencia no únicamente para el cine gay, sino también para el road movie, aspecto poco usual para tratarse de un humorístico y carismático retrato de drag queens.

Por Mariana Fernández (@mariana_ferfab)

    Related Posts

    ‘Hasta el último hombre’: Objeción de conciencia
    Vive en el escándalo: tráiler de ‘The Dressmaker’
    Tim Burton está de vuelta con ‘Miss Peregrine’s Home For Peculiar Children’
    Werner Herzog vuelve al documental con ‘Lo and Behold’
    ‘Amor en forma’: Soledad sin calorías
    Kate Winslet altera un pueblito en ‘The Dressmaker’

    Leave a Reply