‘Ladrones de tumbas’: El hacha en la cripta

En la famosa película de Disney La espada en la piedra, el pequeño Arturo corre desesperado por las calles de Londres buscando un arma que dar a su amo Kay cuando, a lo lejos, vislumbra la espada enterrada en la piedra que al ser extraída desencadena una serie de gloriosos augurios.

De la misma manera en el filme mexicano de terror Ladrones de tumbas (1990), el jovencito Ernesto Laguardia corre con su look noventero a través de una cripta en la que se encuentra una hacha medieval enterrada en el pecho de un cadáver, que al ser extraída desencadenará una maldición en la que un zombie satánico cobra vida para procrear al hijo de Satanás.

El mexicano Rubén Galindo Jr. dirige y co-escribe, en colaboración con Carlos Valdemar una película de terror en la que podrás encontrar: actuaciones terribles, estridentes y chillantes gritos de féminas despeinadas en mezclillas ajustadas, la actuación y uno de los múltiples revivals de Fernando Almada, muchas y variadas formas de traspasar, perpetrar y mutilar cuerpos, algunas buenas tomas y una historia de la que aprenderás que profanar muertitos es una muy mala idea. 

Hijo del cineasta Rubén Galindo Aguilar, el director muestra en Ladrones de tumbas algunos tributos a la figura de su padre, quien además de incursionar en el cine de terror se distinguió por llevar a la pantalla grande algunos de los más clásicos Chili Westerns de los años 70. El más evidente es la presencia de Fernando Almada, el más pequeño de los hermanos sonorenses que destacaron como los pistoleros más violentos del cine mexicano.

La historia es bastante simple: un hombre acólito de Satanás es sorprendido por la Santa Inquisición perpetrando un rito en el que pretendía concebir al hijo de El Caído en el cuerpo de una joven virgen. Para mantener su espíritu quieto, el hombre es capturado y asesinado en nombre de la Iglesia con una hacha gigante que quedará enterrada en su pecho. Además, dejan caer sobre el hombre una maldición, la cual se romperá cuando alguien extraiga la pesada arma. Un grupo de jóvenes chilangos viaja a un pueblo en busca del oro enterrado en las tumbas del cementerio de dicho lugar. Al descubrir la cripta del satánico, los muchachos rompen la maldición y despiertan el espíritu maligno que regresa en forma de zombie para terminar lo que un día empezó. 

Después de una serie de sangrientos asesinatos, el policía del pueblo (Almada) decide regresar al lugar de los hechos para buscar a su adorada hija, quien en compañía de un grupo de chicas acampa cerca del cementerio. Las escenas de asesinatos son realmente creativas: desde cabezas rebanadas a lo Hannibal Lecter hasta la explosión de un estómago del que sale una furiosa mano, pasando por la honorífica pero breve toma en que Andrea Legarreta recibe un poderoso hachazo en la frente. 

A Ernesto Laguardia lo acompañan Erika Buenfil, María Rebeca y Tony Bravo. La joven Buenfil encarna a una mujer que tiene ciertos poderes perceptivos que le permiten augurar casi desde el principio que tomar el hacha del cuerpo de ese ser podría traer terribles consecuencias, además de que más adelante será ella quien anuncie que será la hija de Fernando Almada la elegida por el zombie para engendrar al hijo del Diablo.

La dirección del filme es bastante más buena de lo que uno podría pensar de este filme que claramente podría ser más Serie B que una producción de horror. Uno de los ejemplos más notables es la técnica que utilizó Rubén Galindo para mantener cierta tensión en el filme al no mostrar desde el principio al zombie, del cual en ese momento sólo se aprecian un par de manos que empuñan un hacha, pertenecientes a un cuerpo completamente cubierto. Es hasta el final de la película que el director revela sin mucha sorpresa el rostro de este no-muerto y lo hace en la escena en que Almada y el zombie mantienen una pelea cuerpo a cuerpo con puñetazos, pisotones y forcejeos típicos de una riña callejera.

Sólo la curiosidad de ver a Fernando Almada haciéndola de héroe maduro en un filme de terror con zombies, chicas vírgenes y perpetradores de tumbas es suficiente motivo para disfrutar los 87 minutos de Ladrones de Tumbas, un filme que promete una que otra carcajada y muchos minutos de gritos, sangre, rituales y asesinatos.

Por Alejandra Arteaga (@Adelesnails)

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