La sublime neurosis: In memoriam de Phillip Seymour Hoffman

En 1997, una extraordinaria película coral de un talentoso joven californiano llamado Paul Thomas Anderson presentaba a un ensamble de actores tan sólido, detallado y extraordinario que surgieron comparaciones con el gigante Robert Altman. En ese vibrante fresco sobre un postizo clan cuyo oficio resultaba ser la pornografía, hubo una figura que llamaba nuestra atención por su silencio, su incomodidad, su sentido de no pertenencia y de inquietante vulnerabilidad. El personaje era Scotty J, microfonista enamorado de Dirk Diggler (Mark wahlberg), el actor era Phillip Seymour Hoffman.

Nacido en Rochester, Nueva York un 23 de julio de 1967, Seymour Hoffman se consolidó rápidamente en el escenario alternativo del mundo teatral neoyorquino para después insertarse con fuerza en el mundo cinematográfico con su extraordinario método, reconocibles tics, inquebrantable coraje y dolorosa vulnerabilidad. La noticia de su muerte afecta a todos aquellos que se acercan al cine, independientemente de su condición, y que en algún momento fueron movidos por la fuerza de su trabajo, uno de abrumadora trascendencia.

Aquí recordamos algunos de sus trabajos más memorables, un pequeño muestrario de su enorme rango:

Lancaster Dodd The Master

Carisma y manipulación casi monstruosas. Lancaster Dodd es un personaje de insondable complejidad, la cabeza de una poderosa asociación místico-religiosa que busca domar al “salvaje” Freddie Quell (Joaquin Phoenix) mientras que cumple con sus responsabilidades de padre y esposo. Seymour Hoffman entrega empatía y calor paternal que acarician el lomo de Freddie, mientras deja entrever las ambigüedades de su propia perversión. Una memorable creación, indeleble y que nos hace convertirnos a su cuestionable dogma.

AndyAntes que el diablo sepa que has muerto (Before the Devil Knows You’re Dead)

La última película del maestro Sidney Lumet tiene como protagonistas a un par de hermanos fracasados y necesitados de una buena inyección de efectivo. El más grande, Andy (Hoffman), le propone al menor, Hank (Ethan Hawke), asaltar la joyería de sus padres y así conseguir el dinero para salir de sus problemas, el seguro del negocio protege a sus progenitores. Una de las grandes cualidades de Hoffman como actor era su capacidad para construir un personaje y hacerlo evolucionar con el paso de los minutos. Su Andy es un inicio petulante y prepotente, conforme avanza su caída un gesto de mano o un arquear de cejas es suficiente para hacernos notar la psicosis al borde de la explosión que sufre.

Caden CotardNueva York en escena (Synechdoque New York)

Un ambicioso director de teatro se hace acreedor a una jugosa beca para montar una pieza que desafía la realidad de la representación y que plantea cuestiones profundas sobre el poder del teatro. Seymour Hoffman borda otro estupendo trabajo como Caden Cotard, un hombre sumido en depresión y frustración enfrascado en un inacabable proyecto, humanizando sentimientos muy abstractos. Rodeado de un extraordinario ensamble femenino encabezado por Samantha Morton, Michelle Williams y Catherine Keener, Phillip se mueve con agilidad en diversos registros, dirigiendo su propio complejo.

JonLa familia Savages (The Savages)

Wendy (Laura Linney) y Jon (Hoffman) son un par de hermanos con fobia al compromiso que son forzados a convivir para cuidar a su padre, quien sufre una avanzada demencia senil. Esta historia bien podría ser un capítulo de La rosa de Guadalupe, pero la buena mano de Tamara Jenkins y su confianza en sus protagonistas hacen que sea algo más que un simple melodrama. Aquí, Hoffman demuestra un gran rango dotanto a Jon de varias capas de personalidad –su sensibilidad permite generar empatía– y logrando un excelente contraste con la neurótica actuación de Linney.

Truman Capote – Capote

El papel que le valió a Seymour Hoffman, después de años de consistente trabajo, el reconocimiento de los miembros de la estirada Academia, fue, de todos los géneros, una biopic. Un rol camaleónico que construye sutilmente, de minuciosa atención al detalle que incluye trabajo vocal, físico e intelectual. De la mano del extraordinario Bennett Miller, Seymour Hoffman sortea con gracia las trampas de una actuación que no se queda en el copycat de monografía, dotando de una personalidad distintiva y propia a una figura mítica de la literatura estadunidense. Una broma sucia y elegante.

Sandy Lile – Mi novia Polly (Along Came Polly)

Una de las facetas menos alabadas de Hoffman era su gran ritmo para la comedia. En Mi novia Polly no hay escena que no le robe a su protagonista (Ben Stiller), aun con el humor más raunchy. Desde su confesión de haber manchado sus pantalones durante una fiesta, hasta ese juego de basketball contra un sasquatch, el fracasado Sandy Lile es genuinamente divertido. Let it rain white chocolate!

Phil Parma – Magnolia

Un épico filme sobre el azar cotidiano, conformado por un ensamble ecléctico que lo mismo combina monstruos sagrados de la actuación que superestrellas hollywoodenses. En una de sus tantas líneas narrativas, se encuentra el sensible enfermero Phil Parma (Seymour Hoffman) que cuida a un productor televisivo con cáncer terminal (Jason Robards) con sensibilidad, ternura y profunda devoción, no tanto a su trabajo sino a la conexión emocional que tiene con su déspota paciente. Particularmente fuerte resulta la escena en la que Phil llama por teléfono rastreando a Frank T.J. Mackie (Tom Cruise), actuando como intermediario y sanando sus propias deficiencias y necesidades emocionales.

Allen – Happiness

La primera ocasión que vi a Phillip Seymour Hoffman actuar fue en Happiness. Su personaje es un hombre introvertido necesitado de un poco de amor que pasa sus días marcando números al azar para hablarle sucio y con bravura a las mujeres al otro lado de la líneas… hasta que una de ellas (Lara Flynn Boyle) decide conocerlo. Una escena llena de incomodidad y silencio, donde una mano se desliza lentamente hacia el más grande anhelo, sólo para verse detenida por unas frías palabras. Hoffman en su representación más frágil.

Por JJ Negrete (@jjnegretec) y Rafael Paz (@pazespa)

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