‘La revolución de los alcatraces’: Una crítica a un imperecedero padecimiento social

La desigualdad es uno de los males que han aquejado por siglos a la sociedad, que aparentemente nunca tendrá una verdadera solución, aún cuando la esfera política prometa lo contrario. No obstante, existen algunas personas que intentan hacer la diferencia. En México, una mujer de nombre Eufrosina Cruz es una de ellas y su odisea es plasmada en La revolución de los alcatraces (2012), documental mexicano dirigido por Luciana Kaplan.

Proveniente de Santa María Quiegolani, un pueblo de raíces indígenas del estado de Oaxaca, Eufrosina Cruz Mendoza está dispuesta a obtener una mejor calidad de vida para su comunidad, al buscar la presidencia municipal. No obstante, debido a que es mujer, no se le permite dicho derecho a causa del sistema comunal de usos y costumbres. A partir de allí, buscará la igualdad de género entre indígenas en Santa María Quiegolani.

Kaplan inicia la travesía personal de Eufrosina tras la anulación de su contienda, adentrándose en el círculo familiar de la protagonista a través de sus padres, de raíces zapotecas (quienes reafirman que su hija siempre estuvo interesada en estudiar y ayudar al prójimo, desinteresada en el convencionalismo del matrimonio). Se mostrará también su interés desde temprana edad en la igualdad de género, sus anécdotas laborales, las entrevistas que le realizan diversos medios de comunicación en las que resalta la pobreza extrema de su pueblo y, sobre todo, la lucha social que la llevará a terrenos jamás imaginados por ella.

A su vez, varios temas sociales como la pobreza, la mencionada desigualdad de géneros, el alcoholismo y el machismo se entrelazan en La revolución de los alcatraces, así como los alcances de ese poder conocido como política. Eufrosina admite las difíciles condiciones en la que se vive en Quiegolani, la falta de carreteras, la debilidad en las construcciones en las viviendas, la falta de subsidios y la incapacidad del gobierno local en cumplir las promesas realizadas a los lugareños.

A través de una buena edición y una meritoria fotografía de Gabriel Hernández, montes y sierras aledañas a Quiegolani son resaltados en su máximo esplendor, captando bellos amaneceres y paisajes resaltados por la niebla. Se asoma también al humilde modo de vida de algunos de sus habitantes, desde el campesino, hasta el ama de casa que diario prepara la masa de las tortillas, además de los continuos viajes de Eufrosina a Oaxaca, al Distrito Federal y al mismo pueblo, siendo la voceadora de cuanto avance o retroceso pudiera ocurrir con respecto a las peticiones para mejorarlo.

Aunque un poco pausada y con un enfoque un poco excesivo en la persona de Eufrosina, Luciana Kaplan invita a la reflexión no únicamente con la crítica hacia el poder, sino también a la contraparte del movimiento social de la fundación de la protagonista: los hechos externos que buscan poner a los habitantes del pueblo en contra de la activista por medio de panfletos en pos de la difamación y la opinión del presidente municipal,  al calificarla como “alborotadora”.

Así, sin darse “aires” de pretenciosidad, La revolución de los alcatraces es un documental humano, sincero y bien cuidado técnicamente hablando que retrata las instancias de vida de un pueblo indígena, la fragilidad gubernamental en dirigir su mirada hacia sus necesidades básicas y de revelar a una mujer de fuertes convicciones que se levanta de los tropiezos. Su admirable viaje cierra con la importancia de la concientización de los pros y los contras de incursionar a la política con el fin de lograr metas sociales, aún cuando tenga que lidiarse con las instancias del poder.

Por Mariana Fernández (@mariana_ferfab)

    Related Posts

    ¿Qué estrena la Cartelera?
    5 documentales imperdibles del 10º FICM

    Leave a Reply